SEGÚN el responsable de Salud de CC.?OO., Joaquín Nieto, los accidentes en el puesto de trabajo causaron en el 2006 casi mil muertos y más de 900.000 heridos. La siniestralidad laboral ha aumentado, pues, un 3,3% respecto al año anterior. Hasta marzo no habrá datos oficiales, pero este recuento es una buena aproximación. La siniestralidad laboral salta en ocasiones a los medios de comunicación: el martes pasado, por ejemplo, la Primera de TVE daba sobre este tema una noticia anunciada con este titular: «Martes negro en el tajo», noticia inexistente en los diarios del miércoles que consulté. Pero, sin duda, su proliferación, de la misma estirpe que la de los siniestros de tráfico, priva a estos accidentes de ese carácter de excepcionalidad que persigue la noticia. Si todos los días mueren aproximadamente diez personas en accidentes de tráfico y tres personas en el trabajo, ¿a quién le pueden interesar unas tragedias tan rutinarias? Consulto los últimos anuarios de dos diarios madrileños y no ofrecen información sobre accidentes laborales. Sin embargo, sí ofrecen información sobre la banda terrorista ETA, aunque, en mortalidad real, en un solo año los accidentes laborales causan más muertos que ETA en sus 40 años de historia: ETA ha asesinado a unas 820 personas. Y, si seguimos por esta vía de cálculo aritmético, que nunca hay que perder de vista, en tres meses escasos la carretera se cobra tantas vidas como ETA en el plazo mencionado. Estos datos no se aportan, obviamente, para minimizar la cantidad y la importancia de los crímenes de ETA y las gravísimas consecuencias de su siniestra existencia en nuestra vida política, sino para resaltar la extrema importancia de los accidentes laborales, que, como vemos, no es tomada en cuenta ni siquiera por los dos magníficos anuarios aludidos. Cuando cruzo cerca de un andamio donde, en ocasiones, veo a albañiles trabajando sin casco -¡y fumando mientras levantan un cubo!- suelo recordar este verso terrible del poeta peruano César Vallejo: «Un albañil se cae de un andamio, y ya no almuerza». La Administración tiene que ser implacable con las medidas de prevención de la siniestralidad laboral.