La sanidad pública en Galicia

OPINIÓN

09 feb 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

NO ES fácil conseguir una sanidad pública que pueda satisfacer las necesidades de todos los pacientes, pero parece necesario hacer algo. Quizás una de las fórmulas pueda ser la discreción. No ayudan mucho las frecuentes declaraciones de grandes avances en los diagnósticos, de las aplicaciones de las mejores técnicas, de las saturaciones o no saturaciones de las urgencias, de si las listas de espera para cirugía disminuyen en una o dos semanas. El deseo de los responsables políticos y de sus asesores de demostrar al público que las cosas mejoran hace que los resultados se exageren, hace que se les pida a los médicos más de lo que pueden hacer, despierta expectativas en los pacientes que se van a ver frustradas, porque el ciudadano normal sufre la realidad. Sobre todo cuando a un enfermo le dicen que el especialista lo verá dentro de varios meses o de un año, eso anima mucho. Está claro que en sus planteamientos generales de atención primaria, en las hospitalizaciones, en las urgencias reales, el sistema funciona bien. Es muy caro, pero funciona relativamente bien. El personal sanitario de atención directa al enfermo podría poner más empeño y ofrecer una atención más cercana, pero esto ya depende de los propios planteamientos personales de cada profesional. Los cirujanos y todo el personal de cirugía trabajan bien. Podrían hacer más, operar más, sacar mayor rendimiento a los quirófanos, no dejar que los equipos estén parados mientras haya pacientes a los que intervenir. Pero la cirugía no es una actividad industrial, es de gran precisión y responsabilidad, cada una de sus operaciones tiene repercusiones importantes; trabajan con cuerpos enfermos y mentes humanas asustadas; se requiere que los profesionales tengan una gran claridad de ideas, que no estén presionados, que puedan trabajar con calma, con cuidado, con la atención precisa. Todos queremos que el cirujano que ponga sus manos sobre nosotros nos trate como si fuéramos lo único que tiene que hacer ese día, que toda su atención esté centrada en nuestro problema y no en la presión de disminuir la lista de espera, ni en las declaraciones de los gestores hospitalarios apretando para que acabe pronto, o para que demuestre que ahora es más rápido que antes. Quizás sea necesario un estudio a fondo, un debate, una puesta en común de los profesionales para encontrar el sistema mejor. Un sistema en el que, desde luego, no estén permitidas las huelgas para ninguna actividad hospitalaria. Lo ideal sería un sistema que se viese libre de toda influencia política, en el que se derrochase sentido común y profesionalidad y del que salgan curados la mayor parte de los ingresados.