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No están de más, no nos sobran

OPINIÓN

04 mar 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

DE FORMA recurrente, a través de los medios de comunicación con frecuencia se nos transmite el cambio, no sólo sociológico, que supone el aumento de extranjeros que viven y/o trabajan legal o ilegalmente en España, añadiendo que ese aumento es más significativo en los hospitales materno infantiles, en los que el porcentaje de nacimientos de hijos de extranjeros se dispara. Pero no siempre la noticia es neutral; a menudo se la presenta con tonos catastrofistas o críticos hacia la irrupción de extraños en nuestro territorio, abonando solapadamente la tesis de que se pone en peligro la identidad nacional o manifestando una serie de reparos hacia la llegada de los inmigrantes tales como la toma de nuestro territorio, la mayor demanda de servicios sociales (sanitarios, educativos, etcétera) o la mayor conflictividad que suponen (aumento delictual); unido todo ello a un interminable debate, también en Francia, Bélgica, Holanda... de lo que se puede aceptar de sus costumbres (recordamos los problemas con el hiyab ) y sobre todo de su voluntad y posibilidad de integración en nuestras sociedades. En todo ello, además de elementos razonables, se pueden intuir unas ciertas dosis de racismo o, sin llegar a tanto, una cómoda postura de quedarse con lo negativo. Sin embargo, hay contrapartidas evidentes. La realidad es que la fuerza productiva de la emigración resulta imprescindible en el actual mundo occidental. Su falta nos haría la vida mucho más complicada y se produciría una evidente regresión. Porque ellos son los que se enrolan, a falta de nacionales, en los barcos que faenan en el Gran Sol o las Malvinas; ellos son los que se introducen debajo del mar de plástico del Sur para cuidar o recolectar el tomate o la fresa; ellos son los que trabajan en la construcción y en las carreteras como hicimos los españoles en los años cincuenta en Europa; ellos son los que constituyen el nuevo servicio doméstico en una sociedad en la que las mujeres se lanzaron al trabajo fuera de casa; ellos son los que empujan innumerables sillas de ruedas de discapacitados en nuestras ciudades y cuidan a nuestros ancianos; ellos son los que se han introducido en el aparato de la Seguridad Social y con sus cuotas permitirán que cobremos nuestras pensiones; ellos son los que impiden en parte el envejecimiento de la población, ante nuestra falta de renovación demográfica; ellos son los responsables de una parte significativa del PIB y de nuestra exitosa economía. La inmigración es un hecho de especial relevancia y con problemas, y aparece rodeado de cosas positivas y negativas, lo que implica el deber de ordenar el fenómeno, sometiéndolo en cualquier caso a las reglas de una sociedad democrática; pero sin olvidar que los inmigrantes no son sólo un problema, sino también una buena parte de la solución de una vieja Europa que no ceja en su costumbre de mirarse al espejo.