De la tragedia que supuso el hundimiento del Titanic queda un momento que, cuando ya se han apagado las luces de las víctimas, sigue vivo por su intemporalidad. Es la orquesta tocando en el salón de baile mientras el barco se hunde. La imagen se ha convertido en la alegoría del desatino. La coexistencia de dos mundos vivamente enfrentados, el naufragio, la noche y la muerte por un lado y por otro la despreocupación como parte del encanto de la gran burguesía.
Algo similar ocurre con esta malhadada crisis a la que todos estamos invitados sin haber comprado entradas. La crisis, que horada los pilares más expuestos, convive con un Leonardo DiCaprio que sigue bailando al son de la música con sus zapatos acharolados sobre los encerados suelos del trasatlántico.
Nos dicen todos los días que vamos a peor, que estamos ya en recesión, pero la España de los prodigios, la España de charanga y pandereta sigue ajena a los aconteceres, desentendiéndose de la zozobra del barco. El corralito queda muy lejos y es cosa de otros.
Entretanto, Roma y Madrid pugnaban por ser la sede de los Juegos Olímpicos 2020. A última hora, Italia se ha tirado de la experiencia. En su día los excesos hicieron caer a la gran Roma imperial, pero hoy hay un Gobierno no dependiente de los votos y sujeto, al menos de momento, solo a los envites de la razón que ha parado la orquesta y avisado del hundimiento, bajándose y retirando la candidatura. El país no está para esas fiestas. Eso sí, el capitán del barco, en este caso el alcalde de la ciudad, ha puesto el grito en el cielo (va de suyo).
La lectura que la candidatura española ha hecho del abandono italiano es monocorde; se celebra la agradable novedad de la retirada italiana, lo que hace tener más posibilidades de ser elegida como sede de los Juegos del 2020. No he leído sin embargo ninguna otra noticia, no he visto que nadie se haya comparado a Italia y preguntado si las razones manejadas por el Gobierno transalpino pudieran ser aplicables a nuestro país. Estamos embobados en la pista de baile y desdeñamos cualquier otra solución. Aquí el alcalde italiano habría hecho cantera.
Madrid sigue adelante y ha elegido el término smart para definir su candidatura a los Juegos Olímpicos. Se trata, dicen sin más, de un concepto que incluye las características de eficacia, responsabilidad, transparencia y sostenibilidad. El primer ministro Mario Monti debe de estar muy equivocado o la música nos impide enterarnos del frío que hace fuera. Pero a diferencia del Titanic, nosotros aún estamos a tiempo. Los fastos de los Juegos, tan plausibles en otras ocasiones, no tienen cabida en el momento actual. Mal se pueden hacer y pedir recortes cuando el gran recorte se olvida con el atontamiento de ver a Leonardo DiCaprio.