Potro de tortura

Xosé Carlos Arias
Xosé Carlos Arias VALOR Y PRECIO

OPINIÓN

13 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Una de las novedades más destacadas -y más siniestras- de la política económica europea a lo largo de los últimos meses ha sido el uso descarnado por parte del directorio alemán de la ya famosa presión de los mercados, con el fin de disciplinar a los díscolos, además de notablemente vagos, ciudadanos del sur. Estos por sí solos no harán jamás las reformas que necesitan -han debido pensar el ministro Schäuble y sus adláteres en la Comisión Europea y el BCE-, por lo que vamos a dejar que se abrasen en las llamas de sus primas de riesgo. Más tarde o más temprano, sus Gobiernos cederán, y sus ciudadanos, dominados por el miedo, se resignarán a lo que venga. O sea, que nada de utilizar los instrumentos disponibles para afrontar tales problemas: ni compra de deuda soberana por el BCE, ni eurobonos, ni nada semejante.

Lo anterior, que hace meses podía parecer -a mí al menos me lo parecía- un mero argumento de teoría conspirativa, ahora es una evidencia; entre otras cosas, porque así lo reconocen ya con descaro algunos de sus protagonistas (como el presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, tan próximo a Merkel). Y da igual que ya estén más que demostrados los efectos nefastos de esas medidas, que no arreglan problema alguno, sino que los agravan: el dogma de la austeridad puede con todo.

Claro que toda esa línea de actuación se hace un poco más difícil cuando enfrente está un gobernante como Mario Monti, que tiene criterio y estrategia propios. En cambio, si como manifiestamente ocurre en el caso español, no hay nada de eso, sino mera improvisación y oportunismo (y si un asunto tan grave como el de Bankia se trata de un modo esperpéntico ante los ojos atentos de medio mundo), entonces sí que, en el centro de la ratonera en que se ha convertido la eurozona, la política económica es ya, más que cualquier otra cosa, un potro de tortura.