Sacrificio

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

OPINIÓN

31 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Normandía es una tierra regada con sangre de héroes. Hace unos días se cumplía el aniversario de la entrada de las tropas aliadas en París después de sufrir una carnicería en las playas de la costa normanda. En estos arenales aún parece sentirse el eco de aquel infierno en el que decenas de miles de soldados tuvieron que romper el muro del Atlántico y poner las bases para el fin del régimen de Hitler. En el cementerio americano de Colleville-sur-Mer y en las necrópolis de las víctimas de otros países queda el testimonio del sacrificio humano realizado para recuperar la democracia y vencer el terror nazi. Cada cruz representa una vida joven, casi adolescente, segada sin otra recompensa que, como dice una placa, la gloria para el espíritu.

Casi setenta años después, familias enteras peregrinan a estos sobrecogedores lugares para recordar a alguno de esos parientes que ya empiezan a estar lejanos pero que dieron la vida en plena juventud por un continente secuestrado. Aún se vierten muchas lágrimas sobre el cuidado césped minado de miles de cruces blancas. Y conviene recordar esto ahora, cuando Europa se tambalea a causa de las crisis, que no hacen más que sembrar dudas sobre el futuro en un escenario social y político en el que los principios y las conquistas que tanta sangre costaron parecen diluirse en la nada de la derrota financiera. Y no conviene olvidarlo en unos momentos en los que el sálvese quien pueda rige por encima de otras consignas en la política, y en los que parece interesar más el futuro del partido, la corriente o la facción que el verdadero interés general. No se debería tirar tanto sacrificio por la borda de la historia.