Treinta años sin Gracia

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

16 sep 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

De Grace Kelly a Gracia de Mónaco. De 1929 a 1982. De Filadelfia al Principado. De hija de empresario a alteza serenísima. En la misma serpentina de asfalto que, a veces, besa el cielo y, otras, el mar sobre la Costa Azul, y que la hizo famosa en Atrapa un ladrón, se estrelló con el coche. Ganó un Óscar por La angustia de vivir. Del magnesio del flash a la familia real. De estrella de cine a princesa. Esa fue la película de su vida, que discurrió por extrañas rutas. Dicen que tenía una belleza que brillaba más allá de los grandes carteles de los filmes de la época. Un rostro para imprimirse en los sellos. Los expertos comentan que Carolina, primero, y, ahora, Carlota son sus herederas. Pero Grace conmovió hasta a Hitchcock. Aunque nunca pudo ser Marnie. A su boda fueron David Niven, Gloria Swanson y Ava Gardner. Era una belleza rubia, glacial, de ojos transparentes, dos lágrimas, como dos condecoraciones de cristal. Nada que ver con aquellas mujeres morenas como Alida Valli. Tenía un resplandor que no era de este mundo. Con Gracia de Mónaco, un tul era un tul. La elegancia del cisne en ese Mónaco en el que las ruletas del casino giraban como las hélices de los yates, lo justo para remover el vermú.