En los Goyas más críticos, ganó Blancanieves: sin palabras. Solo Bayona, con el premio al mejor director por Lo imposible, le hizo sombra. Y la otra gran triunfadora, muy merecida, fue Las aventuras de Tadeo Jones, que se llevó mejor filme de animación, mejor director novel y mejores autores del guion de adaptación (con el gallego Javier Barreira incluido). Cualquiera de las tres películas (Blancanieves, Lo imposible y Tadeo) demuestra que el talento es lo único que vale. Las historias bien contadas atraen al público, que pone en marcha el mecanismo de propaganda más útil: el boca-oreja. La triunfadora a mejor película europea es otra prueba de que cuando se llega al corazón y a la risa la taquilla se dispara hacia la fiebre del dinero. Ganó Intocable, una joya. Otra que sonrió con la cabeza de Goya en las manos fue Maribel Verdú, que se lo merece todo. Para borrar, el error al leer la mejor canción. Y para grabar: los dos grandes que coronaron la noche del cine español: Concha Velasco, esta vez sí, y José Sacristán, con su voz tronante.