Los ciudadanos de Corea del Norte me dan mucha pena, porque, atrapados en las garras de una dictadura militarista y cruel, armada a costa del hambre, pueden acabar envueltos en una guerra que frene su progreso y su libertad durante treinta años más. Pero los ciudadanos de Italia, que lo tienen todo para estar bien gobernados y para situarse entre los más avanzados pueblos del mundo, no me dan pena ninguna, porque son ellos los que, buscando «o pau para o lombo», se empeñan en tener Gobiernos de opereta y en discutir si le entregan el país a un cómico o a un corrupto.
Tenían a Monti, eficaz y respetable, y no supieron animarlo a comparecer ante las urnas. Tenían a Bersani, que podía marcar un giro a la izquierda en el tratamiento de la crisis, y no le dieron apoyos para formar un Gobierno estable. Y tenían también a Berlusconi, que, a pesar de su deplorable último mandato, podía encarnar las opciones más liberales y populistas del momento. Pero nada de eso atrajo a los italianos, que, convencidos de que la política no es más que un juego de suma cero, prefirieron montar este circo que, dirigido por un viejo de 88 años, cansado y aburrido de su absurdo papel, intenta hacer encaje de bolillos a base de combinar los hilos de un payaso que no tiene ni idea de lo que es gobernar, de un neoliberal tozudo, fracasado y corrupto que bordea el abismo político, y de una izquierda civilizada que, a un tris de obtener las mayorías necesarias para gobernar, permanece aislada en la torre del querer y no poder.
Y todo por culpa de los italianos, que, poseedores de una democracia avanzada y con solera, perfectamente informados, y con una numerosa nómina de personalidades políticas, capaces y respetadas dentro y fuera de Italia, prefieren afrontar la crisis llevándola al absurdo, en vez de conducirla por senderos de racionalidad y orden institucional. Y contra ese mal, contra un pueblo empeñado de meterse en todos los charcos, no hay nada que hacer.
Países que estaban en peores condiciones que Italia -como España, Portugal e Irlanda- están a punto de salir del hoyo, y no por haber sido rigurosos en el tiempo de vacas gordas, sino por haber votado responsablemente en tiempo de vacas flacas. Y, aunque el populismo arrasa en toda Europa, están consiguiendo que alguien mantenga el timón enfilado hacia puerto seguro. Pero Italia no quiere hacerlo así, y prefiere mofarse de la clase política, y de la política misma, antes que darle una oportunidad al buen gobierno. Por eso no puedo sentir simpatía y solidaridad con un desastre en el que entraron porque quisieron y que ahora tratan de exportar a todo el Mediterráneo. Porque creo que eran mejores y más simpáticos antes, cuando, en vez de hacer trapalladas, o de buscar sabios fuera de la política, exportaban Olivetti, Fiat y queso parmesano.