El Tribunal Constitucional de la República de Portugal acaba de cuestionar las decisiones de su Gobierno y su Parlamento relativas a retirar la paga extra a funcionarios y a pensionistas. Es conveniente relacionar esta decisión con otras, tomadas hace meses, por el Tribunal Constitucional de Alemania en el sentido de limitar y vigilar las decisiones de su Gobierno que supongan compromisos de gasto asociados al rescate de otros países de la eurozona. Creo que de aquellos barros vienen estos lodos.
Estamos en un mercado único y contamos con una moneda común; incluso tenemos un Parlamento y un Gobierno europeos. Pero tanto en el último tratado europeo (irónicamente llamado de Lisboa) como en el BCE, y en los acuerdos intergubernamentales firmados durante esta crisis, se excluye la posibilidad de mancomunar la financiación de los Estados (con eurobonos) y así evitar los grilletes de la prima de riesgo respecto a lo que marca el bono alemán. No solo eso. Incluso hemos tenido que reformar nuestras constituciones para garantizar que asumimos las exigencias de tales eurogrilletes.
Lo que ha tomado meridiana visibilidad durante esta crisis es que ser todos hermanos europeos era una cosa magnífica cuando los países exportadores y financiadores del norte hacían de hipermercados a crédito de los del sur (con un euro moneda solo de mercados), pero que, llegado el momento de las dificultades, los del norte se refugian en sus fronteras constitucionales y no quieren saber nada de una moneda de Estado y europea. Garantizan sus cobros y se regocijan con la moneda virtual que ha aflorado con la prima de riesgo.
Cuando unos están solo para las maduras, pero no para las duras, los otros empiezan a tomar conciencia de si no sería mejor llamar a cada cosa por su nombre. Cuando el Constitucional portugués descalifica las medidas que sugiere a su Gobierno un entorno de jóvenes tecnócratas que ignoran todo lo referente a la vida cotidiana de sus conciudadanos, lo que hace es recordarles esa ignorancia. Esos tecnócratas de la troika solo cumplen con el dictado de los financieros de Fráncfort y de un euro que no respalda una real ciudadanía europea.
Por eso Alemania defiende sin rubor la presencia del FMI en todos los memorandos de rescate de los socios europeos del euro. Una presencia que sería insólita en el rescate de un Land alemán, de un estado de EE.?UU. o de una autonomía española. Por eso se firman préstamos -condicionados a estrictas medidas de ajuste- por mecanismos intergubernamentales. Nunca mediante acuerdos del Parlamento europeo ejecutados por el BCE. Y así nos va a algunos: de depresión en depresión.