Me resulta enigmático el escaso eco doméstico de un influyente informe sobre la economía española publicado en marzo con el título de España, un país de oportunidades. En primer lugar, porque su diagnóstico arranca con una afirmación sorprendente: que la política de reformas en curso -que los autores alientan- ha permitido que el crecimiento económico no se hundiera. Una afirmación sorprendente, porque cuando eso se escribía España había entrado en una segunda recesión que las estimaciones oficiales sitúan en una caída del PIB del 2 %.
En segundo lugar, por el optimismo con que resumen lo que denominan «reestructuración del sistema financiero». Operación que, según los autores, solo habría supuesto un coste bruto para el sector público del 5 % del PIB y nos habría permitido pasar de 50 a 16 entidades. Una aséptica manera de resumir el tsunami con el que la explosión de la burbuja financiero-inmobiliaria arrolló a la economía española causando millones de parados (que nos cuestan otro tanto cada año), un desplome de los ingresos públicos (con un coste aún más elevado) y unos mayores pagos por intereses de la deuda.
En este ambiente de positivo optimismo dedican un epígrafe a lo que nombran como un entorno favorable para hacer negocios, con un especial énfasis en lo que califican como fuerza laboral muy atractiva. Y lo concretan en que el coste laboral de los trabajadores cualificados se sitúa hoy entre un 25 y un 40 % por debajo de los de nuestros principales socios europeos.
El informe no solo es revelador en lo que aborda, también lo es en lo que no aparece. Porque en él no encontrará el lector ni rastro de las causas y consecuencias de una tasa de paro del 27 %, tampoco se habla de reforma fiscal o de eurobonos, y sí de ajuste fiscal. Tampoco se habla de cómo mejorar la protección social en España o de cómo evitar mercados cautivos (hipotecario, eléctrico, energía, concesiones).
Los autores confían en que la demanda externa nos sacará del atolladero. Y como hacen observar que en el año 2012 por primera vez nuestra positiva balanza turística superó el déficit de la balanza comercial, creo intuir el núcleo del modelo de futuro que tienen en la cabeza. Porque la mejora de la competitividad (sin devaluación cambiaria) con trabajadores cualificados a mitad de precio nos podría hacer campeones mundiales en la oferta de ocio, invernadero, descanso, seguridad y atenciones personales para las envejecidas clases medias de la Europa más pudiente.
En sus más de cien páginas de informe, el Consejo Empresarial para la Competitividad dibuja así su relato de las que estamos pasando, con el ánimo que les da el comprobar que vamos recuperando gran parte de la credibilidad perdida ante los inversores internacionales. Geriátricos y Eurovegas.