En los años últimos ha cambiado el modo de los éxodos de automóviles propios de los meses de julio y agosto, desde las ciudades interiores a los litorales. Es notorio el descenso de las intensidades diarias de la circulación -hasta de un 20 %- en las rutas básicas, como corresponde a un generalizado deterioro económico que afecta la mayoría de la ciudadanía, la que carece de elevada rentas.
Los carburantes cuestan dinero, el automóvil es un bien exigente y, así, la costa parece más lejana. Por demás, de tantos millones de desplazamientos oficialmente previstos, solamente el 11 % parece corresponder a Galicia, y buena parte de Asturias y León.
No debe crecer la inseguridad vial. Queda que la masa de conductores de vehículos recuerde el valor de las normas de comportamiento y de circulación en los avatares del tráfico. Y que no lo fíen todo a la tecnología de a bordo, entre emisoras de radio, cedés, avisadores de radares, teléfonos informadores de incidencias y guías de viaje electrónicos. La intuición y las cautelas no han perdido valor.