El juez Luis Aláez, que instruye el caso del accidente de tren de Santiago que ha provocado 79 muertos, considera la «conducción inapropiada e imprevisible» del maquinista, Francisco José Garzón, como causa de la tragedia. Y, en el mismo auto, descarta imputar al interventor del tren, Antonio Martín Marugán, que telefoneó por un móvil al maquinista para averiguar por qué divina vía entraría el tren en la estación de Pontedeume (A Coruña) para facilitar que se apease una familia sin tener que cruzar las vías. Comentemos, con los debidos respetos, el uso de los adjetivos -'inapropiada' e 'imprevisible'- por este juez. La litotes, que en griego significa 'frugalidad', es una figura retórica de atenuación del pensamiento en la que el juez Aláez ha superado a Antonio Machado, cuando, en otro alto ejemplo de litotes, escribió «Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido». ¡Qué suprema litotes la de este juez!: la conducción que desemboca en el entierro de 79 pasajeros es simplemente 'inapropiada'. Pero, tras el éxito de este adjetivo, el juez escribió un adjetivo más, ese 'imprevisible', que es muy desafortunado. El accidente no era imprevisible, sino que estaba cantado, si el interventor le telefonea y distrae con su conversación al maquinista cuando este debe coger una curva a 80 km/h y, en ese momento, va con el tren a 199 km/h. Pero, claro, el interventor, como declaró en una radio madrileña, no tiene por qué conocer el trayecto y por eso puede llamar al maquinista en todo momento.