Oyendo el jueves a los presidentes del ADIF y Renfe, y la mayor parte de las intervenciones protagonizadas por los pequeños partidos, se llega a una conclusión apodíctica: la culpa de todo la tiene Zapatero. Y lo mismo sucede con lo de Gibraltar, el paro, la crisis, las cajas de ahorros y el golpe de Estado en Egipto, que todo se hubiese evitado si Zapatero no hubiese entrado jamás en la Moncloa. Suerte que la ministra de Fomento se negó a caminar por esos mismos derroteros, y, siguiendo la pauta a la que están reconduciendo las cosas el PP y el PSOE, resumió la situación de una manera mucho más justa e inteligente.
Lo que vino a decir la ministra es esto: el tren se salió de la vía porque circulaba a más del doble de la velocidad establecida, y porque el maquinista que debía reducir la velocidad no lo hizo. Pero de los accidentes -vino a decir Ana Pastor- también se aprende, y por eso está todo en revisión, y todo es susceptible de ser modificado, de acuerdo con criterios técnicos, en los protocolos establecidos.
Lo que dijo la ministra es lo correcto y lo útil. Y por eso no tuvo ninguna necesidad de implicar a Zapatero, ni de especular sobre lo que pudiera haber pasado si las vías tuviesen otras características. Tampoco tuvo que suponer que todas las responsabilidades preceden y son más claras que la atribuible al maquinista, ni afirmar que si mantuviésemos el tren por la vía antigua, con paradas en Ponte Taboada y Sergude, no habría ahora 79 muertos.
Ana Pastor también se pudo preguntar si fue un acierto la política seguida por todas las oposiciones que hubo en Galicia, incluidas la del PP y el PSOE, de limitar todo el control de las infraestructuras ferroviarias a la cuestión de los plazos de las obras. O si tiene sentido empezar el AVE desde Santiago hacia Madrid y no a la inversa. O si la sociedad gallega va a dejar de plantearlo todo en términos de agravios y aldraxes: «A los otros le ponen frenado automático y a nosotros no»; «hacia Sevilla no hay grandes curvas y hacia Santiago sí»; «los otros tienen un AVE y nosotros un sucedáneo». Aunque el mayor envite -que corresponde a la lógica del BNG y de AGE- aún está por hacer. Porque supongo que ellos tienen claro que cuando seamos una república independiente y de izquierdas, aliada con Sortu y no supeditada al capitalismo europeo, nuestros trenes no descarrilarán.
Estuvo bien la ministra. Porque frenó las especulaciones, apartó los ventiladores del estercolero, e hizo una advertencia clara contra las ocurrencias. Pero no creo que esto acabe hasta saber si la culpa la tiene Aznar, Zapatero, el suministrador de electricidad a la catenaria o el ingeniero que trazó la curva. Cualquiera, seguramente, menos el maquinista, que solo iba a 190 km/h -¡pobre!- en un tramo limitado a 80. Porque ahora la política se hace así.