Pedro Solbes, que quizá hacía mejores frases que obras de gobierno, definió la financiación autonómica como «un sudoku». Se quedó corto: es un galimatías, una materia reservada a grandes expertos, un follón. No hay más que ver lo que ocurre en el seno del PP. Este partido, que es una balsa de aceite donde ni los barcos hacen olas, se agita en cuanto se trata el tema económico. Habla la catalana Sánchez-Camacho, y los barones saltan contra cualquier privilegio. Sobre todo si es catalán. Escribe el madrileño Ignacio González para meterle prisas a Rajoy, y Rajoy tiene que sacar toda la templanza galaica para imponer la calma. Paciencia y calma. Y todos los barones autonómicos duermen con un ojo abierto a ver si al presidente se le ocurre tratar mejor al vecino.
Como se acerca la fecha de renovación de los pactos, los lunes no se habla de otra cosa en los órganos de dirección del partido. Miren que tiene problemas nuestro país, desde el paro al crédito, o desde la crisis del régimen a la unidad nacional. Y nada: lo que trasciende a la opinión es lo del dinero. Se invocan principios sagrados como la solidaridad entre los pueblos, pero, en el fondo, lo que ocurre es lo siguiente: A) Ningún barón quiere volver a su comunidad con la imagen de haber cedido. B) Ningún barón quiere gobernar su territorio con menos dinero que en el período anterior. C) Ningún barón se arriesga a no poder sostener los mismos servicios públicos. Y D) Ningún barón acepta que se beneficie a Cataluña por aquello de que «quen da pan a can alleo, perde pan e perde can». Esas son las cuatro verdades del barquero autonómico. La quinta es que no hay pan, ni para can alleo ni para can del palleiro de casa. De repartir algo, solo se pueden repartir sacrificios, con Bruselas que sigue exigiendo rebajar el déficit y una deuda pública que nos esquilma con sus 33.000 millones anuales de intereses. ¿Solución Rajoy? Jugar una vez más con el tiempo, con esta hoja de ruta: primero, combatir hostilidades con las balanzas fiscales, concepto que el PP siempre rechazó y ahora busca su amparo. Segundo, hacer una reforma fiscal que determine derechos y porcentajes de los territorios. Y por último, dentro de un año, negociación, suponiendo que para esa fecha estemos en crecimiento económico.
Todo está muy bien. Pero yo estoy empezando a pensar otra cosa: esto tiene truco. Los barones del PP están autorizados a representar el papel de ser muy reivindicativos para blindar a Rajoy ante Cataluña y, sobre todo, como estrategia electoral. En las reuniones de los lunes se acepta la disciplina. Fuera de allí, una batalla para ver quién reclama más. Eso siempre da votos, y las elecciones autonómicas empiezan a asomar.