En el tráfico la debilidad máxima corresponde al caminante. Su accidentalidad es notablemente elevada en vías urbanas y en travesías y en Galicia reviste singular gravedad, por una conjunción de factores, demográficos, físicos y climáticos. La prevista modificación de la ley básica para el tráfico, en el afán por mejorar la seguridad vial, insiste en cambios en materia de velocidad, detectores de cinemómetros, consumo de drogas unido a la conducción, uso de cascos en bicicletas y ciclomotores, etc. ¿Y los peatones? No hay una sola referencia a ellos. Siquiera, valdría la pena recordar, al menos, para qué se proyectan y construyen aceras, para quién está reservada su utilización. En los centros urbanos, aquí y allá, es notoria una cierta conspiración de pasividad entre gestores y vigilantes del tráfico ante usos de las aceras manifiestamente antirreglamentarios. Parece como si faltase una desdicha para que la autoridad mostrase su existencia.