Ahora que estamos en elecciones al Parlamento Europeo es el momento de reconocer nuestro fracaso. Se constata por ejemplo en el festival de Eurovisión, y no por el «pedazo de décimo puesto», que diría Jordi González, sino porque Íñigo nos habla por encima de los presentadores en inglés, asumiendo con toda naturalidad que los españoles no sabemos idiomas. Pasa también en el tenis y en las carreras de coches, cuando los locutores tapan las declaraciones de los ganadores con comentarios tontos que solo tienen por objeto llenar el vacío que produce la perorata en una lengua extranjera. Hace casi treinta años que estamos en Europa y aún no sabemos para qué sirve, qué se hace allí, quién gobierna y para qué. Para los españoles Europa es la champions league o la premier. Siempre el fútbol. El debate político de las elecciones se ha centrado en saber si Cañete es machista y cosas así. Si es un MCP. Pero peor que no saber inglés, después de tantos años de sufrimiento con cursos y fascículos, es no necesitarlo. Seguir haciéndonos los chistosos ante las cámaras de las encuestas y explicando que aunque no sepamos inglés, somos muy simpáticos. Y uno inevitablemente siente envidia, por ejemplo, de Portugal. O de Xesús Fraga, que nació en Londres. Cuando yo era joven, en los conciertos de rock de grupos extranjeros la multitud contestaba siempre con un ¡uuuuh! a lo que desde el escenario se le preguntaba. Y treinta años después seguimos contestando con un bufido. A lo mejor creemos que eso es inglés.