Ya en el tramo último de las operaciones especiales del tráfico de este verano, se puede adelantar que «aquí pasó lo de siempre?». Las fuentes oficiales contarán fallecidos, establecerán términos comparativos con análogos períodos de tiempo de año anteriores y se individualizarán los verdugos de la seguridad vial, los de siempre, desde la velocidad hasta las distracciones.
Hay una cierta fijación de ideas en el sentido de marcar con especial relieve el número de víctimas mortales, haciendo de la persona una cifra, tal vez con el fin único de subrayar -cuando el azar lo decide- que todo va mejor.
Pero, ¿será posible mejorar los resultados finales que año tras cierran trágicamente este orden de operaciones? Piensa uno si acaso, junto a la función de vigilancia que prestan los medios tecnológicos, añadirían seguridad los otros medios, es decir, la presencia intensa de agentes en las carreteras, esa alerta capaz de calmar el tráfico y de sosegar a los conductores, función que ha sido siempre piedra angular en el desarrollo de la circulación.
Junto a los medios técnicos, la labor profesional del hombre tiene primacía.