Los grandes partidos de la UE juegan al billar

OPINIÓN

29 nov 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada vez estoy más convencido de que el Reino Unido acabará causando baja en la Unión Europea, pero no por culpa del UKIP, el partido neoliberal y euroescéptico de Nigel Farage, sino por las chuminadas que hace y dice el conservador David Cameron en su desesperado intento de parar a Farage. El que está convenciendo a los ingleses de que Europa es una rémora es Cameron, porque está motivando a sus electores para que desprecien el independentismo de achicoria del Partido Conservador para saborear el café-café que sirve -calentito- el UKIP. A esto le llamo, en términos estratégicos, jugar al billar. Porque, a base de bandas y carambolas, siempre entra en la buchaca la bola que no se golpea.

El problema no es menor en Francia, donde la estúpida estrategia desarrollada por Sarkozy para frenar el avance electoral del Frente Nacional llevó a la presidencia al socialista Hollande, que, deseoso de reforzar su victoria con un discurso populista, alternativo al de Merkel, metió a Francia en una diabólica contradicción entre la teoría -genuinamente socialista- y la práctica -claramente liberal-, que está a punto de entregarle el poder a la extrema derecha antieuropeísta y xenófoba de Le Pen.

¿Y qué decir de Italia? En el país de Octavio Augusto, Maquiavelo y Manzzini, el atropellado y demagógico intento de limpiar la democracia y adecentar el país logró cambiar la tardía alternancia entre el PSI y la Democracia Cristiana por una coalición entre Berlusconi y la Liga Norte. Para eliminar a Berlusconi y a la derecha secesionista, contra los que ya había fracasado Romano Prodi, las cámaras italianas abrazaron la tecnocracia de Mario Monti, hasta que, aburridos por su riguroso orden económico e institucional, volvieron a abrir un debate político tormentoso que, ante la inminente posibilidad del regreso de Berlusconi, echó a Italia en brazos de Grillo, el payaso. Finalmente, al ver su Gobierno convertido en una payasada populista y radical, que diagnosticó la caducidad de la Constitución y del sistema, la indignación popular generó el ambiente necesario para el golpe parlamentario de Renzi, que, tras abandonar su izquierdismo clásico, milita ahora -día sí, día no- en un populismo díscolo vigilado por Berlusconi.

En España -gracias a la Providencia, supongo- pudimos salvar el bache del 2012, y, en vez de iniciar la cascada de despropósitos a la que lleva el juego del billar, pudimos contrapesar el populismo callejero y la indignación iconoclasta con la mayoría absoluta del PP. Pero todo apunta a que a este equilibrio compensatorio le quedan muy pocos telediarios, y a que Sánchez conseguirá desbancar a Rajoy haciéndole la campaña a Podemos. Así que más vale estudiar a tiempo francés e italiano. Porque la bola que está empujando el taco de Sánchez no va a ser la que entre en la buchaca.