La llegada de Alfonso Alonso Aranegui al edificio del paseo del Prado merece una reflexión. ¿Para qué sirve tal Ministerio en el Estado de las Autonomías? ¿Qué méritos sanimétricos tiene el nuevo titular de la cartera? ¿Qué hay detrás del nombramiento del nieto del presidente de la Diputación de Álava en tiempos del general?
Alonso fue el primer alcalde no nacionalista en la capital de Euskadi, gracias al acuerdo PP-PSE-UA, donde participamos Buesa, Rabanera y Mosquera. Era un muchacho estudioso, de buena familia, auténtico vitorianico de la calle Dato, llamado por antecedentes a ser político profesional desde una provincia con fuertes antecedentes carlistas y la llegada de obreros de la España desheredada a la industria, nacida por impulso de la foralidad y los privilegios -terreno industrial casi regalado e ingentes incentivos fiscales-, hartos de gamberradas nacionalistas que les recordaban la teoría de Sabino Arana sobre los buenos vascos y los maquetos.
Alonso no tiene ninguna relación con el mundo de la sanidad. Sus méritos están en haberse colocado en el «equipo» de la abogada del Estado Soraya Sáenz de Santamaría, frente a la abogada del Estado De Cospedal. La primera batalla se redimió en el PP vasco en favor de la segunda, que colocó a la dirigente Opus Dei Quiroga, frente a los alaveses de Alonso. La segunda batalla se ha dado desde el Congreso de los Diputados con la salida de Mato, habitual miembro del aparato en Génova, y el nombramiento del portavoz que le hará la competencia en televisión a la presidenta de Castilla-La Mancha.
El Ministerio de Sanidad se ha caracterizado desde hace muchos años por ser despacho de políticos procedentes de las fontanerías del bipartidismo o a la espera de saltar a mayores cotas de poder. La sanidad pertenece estatutariamente a las comunidades y sus presupuestos, razones del conflicto social. Recortes de plantillas, prestaciones con incremento de listas de espera. Desigualdad asistencial para el ciudadano según dónde le toque ejercer su derecho a la salud.
Resulta muy complicado coordinar la sanidad española, sobre todo desde que Cataluña hace lo que le viene en gana. El Ministerio es quien promueve copagos y tolera privatizaciones. Recemos para que no volvamos a tener otra como la del ébola.
Hay voces que piden la vuelta a la centralidad que garantice la igualdad de derechos para los trabajadores.