Pegada

Carlos Agulló Leal
Carlos Agulló EL CHAFLÁN

OPINIÓN

08 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Si de algo sirve aún ese intempestivo ritual de la pegada en la primera madrugada de la campaña es para despertar de su letargo a los (pocos) ciudadanos que no se hayan enterado aún de que el bombardeo de promesas y reproches comenzó. Hace tiempo ya. Lo que tenía de fiesta en los primeros años de la democracia, cuando nos fascinaba ver a aquella gente armada con cubo y escoba embadurnando con engrudo su propio rostro, se ha convertido en una liturgia más para el consumo interno de los partidos y con un tanto de artificio. Un poco como las campanadas de fin de año: si te has atragantado a la primera, puedes esperar un rato para comerte las uvas y abrazar a la familia con la hora de Canarias.

No diremos que no sirva de nada la ceremonia. Pero los tiempos cambian: ni está bien visto que las autoridades se pongan a empapelar las paredes de las ciudades ni debe quedar ya nadie que no haya entendido que los mensajes lanzados hasta la medianoche pasada en esta campaña interminable tenían como objetivo pedirnos el voto. Como los que, con la venia de los supertacañones electorales, cuelgan desde esta noche de las farolas de su calle.

La campaña sirve para movilizar el voto de indecisos. O para desmovilizar a algún recalcitrante con conciencia de sus obligaciones ciudadanas. En lo que no se ponen de acuerdo los expertos es en qué proporción influyen en el resultado los quince días de cuestación de votos. Máxime en ocasiones como la presente, con novedades en la oferta y volatilidad en la demanda. Quizás valga para calibrar si es cierto el rumor tan extendido de que muchos de los que tanto hablan andan escasos de ideas. Tendremos un día para reflexionar sobre ello. Otro absurdo.