El dilema de Rajoy es el dilema de España

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

10 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia y la experiencia nos demuestran que las políticas económicas centradas en un crecimiento de la riqueza acompañado de una concentración acumulativa de las rentas, no solo hacen aumentar las desigualdades sociales, sino que -una vez traspasado el umbral de resistencia social- genera una respuesta radical de la base social, que en algunos casos puede devenir en un movimiento revolucionario. Así ocurrió en la Inglaterra de la revolución industrial, cuando el marxismo fue la alternativa a un capitalismo salvaje; y así pasó en muchos países latinoamericanos, donde la concentración de la riqueza acompañada de una gran masa de pobres y desfavorecidos, dio lugar a doctrinas y movimientos populistas. Y eso por no alejarnos en el tiempo y en el espacio, para ir a la Revolución rusa o a la misma Revolución francesa. Este mismo efecto lo estamos padeciendo en España y en Grecia. La causa puede atribuirse a la política económica merkeliana, a la política del partido en el Gobierno o a la corrupción. El efecto es el mismo. Si además, a un rechazo social generalizado al partido en el poder se añade la nula valoración de su líder, según todas las encuestas e informes sociológicos, el escenario es rotundo: todas las formaciones políticas se unen para expulsar del poder al partido políticamente responsable de tal situación, para formar una especie de frente popular contra el partido gobernante. Eso es lo que se está fraguando en España.

En todo caso, el cambio de manos del protagonismo político es evidente. Y cabe preguntarse: ¿cuál puede ser el papel de los partidos clásicos en esta nueva situación? El juego de los socialistas ya está claro. Pedro Sánchez aspira a presidir el futuro Gobierno al ser el partido más votado de la izquierda. El Partido Popular está obligado a mover ficha para reponerse de la crítica situación actual. Y ahí está el dilema de Rajoy. ¿Es posible pensar en una resurgir de los populares llevando como candidato a quien encarna el rechazo popular? ¿Está dispuesto el actual presidente a retirarse? ¿Están los líderes conservadores dispuestos a adoptar drásticas medidas de regeneración ética y democrática? ¿Están pensando en la necesidad de clarificar los principios y valores identitarios? Porque no basta con el urgente cambio de caras, hace falta cambiar mentalidades y actitudes. Por el contrario, para los nuevos partidos la duda es menor y las preguntas más simples. ¿Logrará Ciudadanos consolidar el centro político e ideológico? ¿Conseguirá el PSOE de nuevo la presidencia del Gobierno? ¿Será Podemos el partido que dirija la España del 2016? Naturalmente el mayor dilema es el que tiene planteado el actual presidente del Gobierno. Y en esta tesitura no vale dejar pasar las cosas y situarse como espectador. De la España popular a la España populista solo queda por dar un paso.