Políticos milicianos frente a diputados eternos

Daniel Ordás
Daniel Ordás FIRMA INVITADA

OPINIÓN

19 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando desde www.reforma13.es proponemos un sistema de políticos milicianos, es decir, de políticos que se dediquen a una vida laboral normal y que a parte formen parte de órganos legislativos municipales, autonómicos o nacionales, nos suelen contestar que es imposible dedicar su tiempo al Parlamento y a un trabajo normal. Siempre supe que eso era mentira, porque nunca jamás la labor parlamentaria puede ocupar una jornada laboral completa, pero ahora tenemos la prueba.

Recientemente nos hemos ido enterando de que el 70 % de los 350 parlamentarios del Congreso tienen una actividad paralela. El error es considerar el trabajo normal una actividad paralela. Esa debería ser la actividad principal y lo paralelo debería ser la actividad parlamentaria. En los ayuntamientos la actividad legislativa puede oscilar para un concejal entre un 5 y un 20 %; en un parlamento autonómico entre un 10 y un 30 %; y a nivel nacional el parlamentarismo debería ocupar entre un 25 y un 50 % del tiempo productivo de aquellos ciudadanos que se dediquen a ser diputados. Es todo una cuestión de organización, buena voluntad y transparencia.

¿Por qué es mejor que las labores parlamentarias (a todos los niveles) las hagan ciudadanos normales al margen de su profesión u oficio?

En primer lugar, hay que destacar que ya hoy en España la inmensa mayoría de los ciudadanos en órganos legislativos son políticos milicianos. Alrededor del 80 % de los ciudadanos que se dedican a la política en los municipios de España no perciben un salario por ello, sino dietas por la labor concreta.

Si el hecho de dedicarse durante una o dos legislaturas a una tarea tan digna y admirable como es el formar parte de un parlamento no implicase despedirse de la vida laboral o de su empresa, podríamos captar para la política a una enorme cantidad de trabajadores, empresarios y profesionales, que hoy no pueden dar ese paso, porque sería un suicidio económico y laboral.

Parlamentarios autonómicos que de lunes a miércoles son ginecólogos, panaderos, taxistas, abogados, farmacéuticos o profesores y los jueves y viernes se dedican a la tarea parlamentaria están al pie del cañón, conocen los problemas reales de los ciudadanos, de sus gremios, de las empresas y de los trabajadores. Son ciudadanos activos que desde la vida real aportan sus conocimientos cotidianos y no requieren asesores ni consejeros. Los expertos tienen que ser los propios parlamentarios.

El hecho de ser político profesional te convierte en una víctima del sistema. Saber que no eres reciclable para la vida laboral hace que tu labor vaya dirigida a complacer a los grupos de poder dentro de tu partido, para no correr el peligro de no volver a estar en las próximas listas. Por otro lado, el riesgo de quedarte fuera de la política algún día condiciona tu actuación política, porque no puedes morder la mano que quizás algún día te tendrá que dar de comer. Aunque sea sin mala fe, siempre tendrás en mente que tus decisiones políticas pueden perjudicar tu reinserción laboral el día que se te acabe la política, si no logras perpetuarte en el escaño.

Los diputados eternos son una lacra para la democracia. El máximo rendimiento político lo tienen los parlamentarios en su segunda legislatura, cuando ya conocen bien los procedimientos y han creado sus grupos de reflexión. En la primera legislatura el miedo a meter la pata y la ilusión de comerse el mundo y arreglarlo todo se van turnando. En la tercera legislatura ya son veteranos importantes, líderes de sus círculos de poder y si lo hacen bien, padrinos de los nuevos, para preparar el relevo. A partir de 12 años en el mismo puesto, dentro del mismo órgano, demuestran no haber conseguido nada, considerarse imprescindibles o tener pánico a la vida real.

Los políticos milicianos tienen que declarar ya en la campaña, y en caso de ser elegidos de nuevo, su profesión u oficio, así como sus «listas de intereses». Esto hace que el sistema sea mucho más honrado y transparente. Yo prefiero votar a un señor que trabaja en un sindicato o en un banco o en una fundación gay o en una empresa de energía nuclear sabiéndolo de antemano que partir de la hipócrita hipótesis de que los candidatos tienen que ser limpios, puros y vírgenes y que su único afán es el bien público.

Por lo expuesto y las carnicerías políticas de los últimos días, me parece que es el momento para relanzar el debate sobre los políticos milicianos, es decir, el concepto de que no exista esa separación artificial entre político y ciudadano, sino que el político sea un ciudadano normal con un cargo limitado en el tiempo y en su poder, mediante el control democrático a través de iniciativas y referendos.

Yo no quiero que los parlamentarios puedan ejercer una profesión o trabajo a parte como excepción, yo lo que quiero es que los profesionales y trabajadores puedan ejercer de parlamentarios como regla.

Daniel Ordás es abogado hispano-suizo y promotor de la plataforma reforma13.es