Solvencia y sostenibilidad

Enrique Castellón MÉDICO Y ECONOMISTA

OPINIÓN

24 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace años -desde el comienzo de la crisis, incluso antes- que la sostenibilidad del sistema sanitario constituye una preocupación general y frecuente motivo de debate. Desde el entorno académico, sin embargo, se ha cuestionado en alguna ocasión que este término defina correctamente el problema. El argumento sostiene que mientras cada año se presupueste el gasto sanitario y se dedique al mismo un porcentaje, el que sea, de nuestro PIB (cosa que pasará siempre) el sistema será sostenible. El problema es más bien de solvencia, esto es, si el sistema sanitario es capaz de ofrecer a todos los ciudadanos en igualdad de condiciones, y con los recursos de que disponga en cada momento, la atención médica a la que, con los niveles de calidad exigibles, el Estado se ha comprometido. En definitiva, los retos son la equidad, la eficiencia y la calidad. Sin solvencia, por tanto, la sostenibilidad es irrelevante.

A estos retos no se puede responder siempre de igual manera, ya que las circunstancias externas cambian. Hoy en día, el envejecimiento de la sociedad y la combinación de pluripatología y enfermedad crónica (acompañante inevitable de ese cambio demográfico) lo condiciona casi todo. Y así seguirá siendo en el futuro previsible. En consecuencia, será imprescindible transitar desde estructuras pensadas para atender a enfermos agudos a organizaciones flexibles que cuiden a los pacientes crónicos y a los mayores lejos de las instalaciones sanitarias. Al menos, la mayor parte del tiempo.

Y, en paralelo, desde una medicina esencialmente centrada en el tratamiento a una serie de actuaciones, médicas, sanitarias en el sentido más amplio, sociales, económicas y políticas dirigidas a la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud. Y ello es así porque esta nueva estrategia trasciende la mera asistencia clínica y debe impregnar, de hecho, todas las políticas. Por otra parte, las nuevas tecnologías médicas y las tecnologías de la información y las comunicaciones son elementos esenciales de este imprescindible cambio de paradigma asistencial. Y todo ello conforma sin ninguna duda la única manera de garantizar la solvencia del sistema sanitario y, lo más importante, de preservar la salud de los ciudadanos.