Una carencia costosa: el tren metropolitano en Galicia

Andrés Precedo Ledo CRÓNICAS DEL TERRITORIO

OPINIÓN

13 ago 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Es ya una obviedad decir que el futuro de la movilidad en las áreas metropolitanas es el ferrocarril, como también lo es afirmar que las ciudades gallegas son las únicas españolas donde todavía no se han puesto en marcha sistemas de transporte alternativos a la carretera, cuando todas las recomendaciones europeas apuestan por una paulatina transferencia del uso del automóvil a otros medios de transporte consumidores de energías alternativas, y de ellos el ferrocarril es siempre el mejor posicionado. Precisamente en esta razón se justifica el apoyo europeo a las redes de alta velocidad y a los trenes d cercanías.

Dejando ahora el razonamiento técnico o, al menos, teórico, voy a comentar la experiencia de un reciente viaje que efectué por el Norte de España, y que se resume así: todas las ciudades cantábricas tienen trenes metropolitanos o de cercanías. En San Sebastián y Santander, dos ciudades de tamaño semejante a las nuestras, los antiguos trenes que unían las poblaciones próximas se han convertido en trenes metropolitanos, coordinados con las otras redes de transporte público y privado. En Vitoria el tranvía ha logrado cambiar la movilidad en la ciudad y lo que antes estaba ocupado por el automóvil hoy es espacio ganando para el peatón, para espacios verdes, para actuaciones de arte urbano, o para otros usos semejantes. En el caso de Bilbao, el metro fue el primer paso para acometer la transformación extraordinaria de la capital vizcaína, integrando los trazados preexistentes de vía estrecha y el tren convencional con nuevos tramos, a lo que se sumó el tranvía como refuerzo de la intermodalidad. En Asturias ya existían trenes de cercanías que unían las tres ciudades que forman la región urbana y se reorganizó su gestión para hacerla metropolitana. En Galicia, la única actuación de este tipo es el tren de vía estrecha entre Ferrol y Narón. En el resto de las ciudades seguimos como siempre, como hace cincuenta años, como ya en ninguna ciudad europea moderna.

Por eso las grandes ciudades gallegas ocupan los últimos puestos entre las de la Unión Europea en los indicadores medioambientales, de movilidad y de humanización de los centros. Son resultados de un estudio comparado utilizando datos de la agencia estadística europea. Es hora de mirar al futuro, de atender menos a los intereses particulares y de hacer algo para evitar que nuestras ciudades sigan estando en la cola de las españolas y de la mayoría de las europeas en lo que al sistema de movilidad se refiere. Yo creo que ya llegó la hora de asumir este reto y de poner la calidad de vida de los ciudadanos por encima de cualquier otro objetivo.