En Galicia, el Concello de Vigo ensaya con drones para reducir la plaga de la procesionaria del pino, que se extiende imparable por los bosques. Y en Holanda, la policía va a poner en práctica una drástica solución contra el vuelo de estos artilugios en espacios prohibidos: aves rapaces de gran envergadura, como águilas, cóndores y similares.
Ambas soluciones reflejan la eterna constante en la historia del hombre y sus inventos: el bueno y el mal uso de los adelantos técnicos. Cuchillos y armas de fuego para alimentarnos, para defendernos y para matarnos; arqueros para comer y para guerrear; energía nuclear para destruir y para curar, Internet para acercarnos y para delinquir; drones para solucionar, para curiosear y de matarifes para eliminar enemigos en el campo de batalla con bajo coste económico y sin arriesgar vidas de combatientes propios.
Los investigadores de la Estación Fitopatolóxica do Areeiro, en colaboración con la empresa Aeromedia, experimentan con drones para el control de plagas forestales y agrícolas, y la policía holandesa como «solución de baja tecnología para un problema de alta tecnología», ante la cada vez más recalcitrante presencia de estas aeronaves sobre espacios prohibidos.
En Areeiro, «ilusionados con las oportunidades que se abren gracias al uso de nuevas tecnologías y al éxito de los primeros ensayos, que han resultado muy interesantes y positivos», y en el país de los tulipanes, cansados de que estos inventos zumben sobre sus cabezas como si fuesen mosquitos portadores del virus Zika. Por ello, el ministerio holandés competente ha iniciado un programa de entrenamiento de aves rapaces que sean capaces de perseguir y capturar en vuelo los modelos de drones más populares, considerando los puntos débiles de cada aparato y preservando siempre la seguridad de las aves.
De este modo, la cetrería vuelve a desempeñar otro papel fundamental, como lo hace desde antaño para alejar a las aves de los espacios aéreos próximos a los aeropuertos, con el fin de preservar la seguridad de los aviones en el despegue y el aterrizaje. Ahora, su misión se amplía y ya no se trata de alejar a otros pájaros, sino de atrapar y derribar a esas máquinas artificiales que acabarán con la poca privacidad que se escapa actualmente a los paparazzi y a los satélites espía que sobrevuelan el planeta.
Es muy posible que la gente asista entretenida y complaciente al espectáculo de ver a una rapaz apresando y llevando a tierra a un dron, entre los aplausos del respetable y el cruce de apuestas sobre el tiempo empleado y la calidad del trabajo. ¡Hagan juego, porque se admiten envites! También es posible que la cetrería eclosione en Galicia a la misma velocidad que los drones porque, según La Voz, el mercado de estos últimos vuela alto en la comunidad: en medio año se ha pasado de 14 a 56 empresas dedicadas a estos fines: 26 en A Coruña, 18 en Pontevedra, 7 en Lugo y 5 en Ourense.