El acuerdo de PSOE y Ciudadanos está siendo un obstáculo para cualquier otro más amplio. Tenía su explicación para la investidura, y contó con elogios; pero los protagonistas han decidido convertirlo en una especie de UTE al proponerlo como premisa para cualquier negociación, un empeño táctico para mostrar que juntos son la fuerza parlamentaria más numerosa. Podemos lo rechaza y el PP prefiere encuentros por separado con cada uno de los firmantes. No parece que sea el planteamiento más adecuado para el objetivo que proponen sus impulsores, dado que el único éxito posible vendría de la abstención de uno de esos dos partidos. El PNV se lo ha dicho con claridad: habría que partir de cero. Sería lo más lógico desde la propia dinámica parlamentaria. Más allá de ella permitiría olvidar palabras y actitudes que hicieron difícil el acuerdo e, incluso, el diálogo. Nadie es inocente. Convendría, por tanto, rebobinar un poco lo sucedido. La declinación de Rajoy, correcta desde el punto de vista constitucional y comprensible desde el personal, traía como consecuencia previsible lo que aconteció: el protagonismo de Pedro Sánchez y el acuerdo con Rivera. Lo que ahora exhiben estos podría haberlo intentado aquel, con el mismo resultado adverso, pero se habría conocido cuál era el programa propuesto para la nueva realidad que reflejaron las elecciones. El presidente y el Gobierno parecen encontrarse a la defensiva, incluso cuando se aferran a una interpretación jurídica, por defendible que sea, de su relación con el Congreso de los Diputados.
Habría que poner el contador a cero desde antes del proceso de investidura para el acuerdo tripartito que ha venido proponiéndose desde el PP. Este con el PSOE y Ciudadanos serían una clara mayoría absoluta, aunque en esta ocasión condicionada por el pacto correspondiente. En el clima del no que nos envuelve, lo que justificaría ese acuerdo sería el no a Podemos, rotundo en el PP y Ciudadanos y suficiente en el PSOE, corroborado dialécticamente por Pablo Iglesias al lanzar a Pedro Sánchez el dardo de que no le dejan. Algo mal habrá hecho el PP para perder tantos votos. No es difícil admitir que hay margen para la revisión, la rectificación y reformas no abordadas. En las propuestas por PSOE y Ciudadanos hay material para un encuentro. Con una pizca de morbo podría recordarse que la limitación de la presidencia del Gobierno a dos mandatos fue asumida voluntariamente por Aznar.
Si realmente se quiere sacar adelante ese pacto tripartito y evitar elecciones por parte del PP, su impulsor, debería reconocerse que no siempre su actitud ha sido la más favorable desde la mayoría absoluta, ni desde la incoherencia con su ideario. Una muestra, escogida con toda intención, fue no haber facilitado que gobernase en Andalucía el PSOE siendo la fuerza política más votada. Desafectos personales no deberían ser un obstáculo para el acuerdo. Si no, la solución quedará a expensas de la abstención de Podemos, ahora menos probable.