Se fue Cruyff. El holandés que nunca erraba un pase ni un gol. El tipo que cambió el fútbol dos veces. Primero sobre el césped, de corto. Y, después en la banda, con gabardina. El hombre que fumaba en los descansos cuando era jugador. Para coger aire. Genio de dar siempre la cara y escuálida figura de caballero andante. El piloto de la naranja mecánica. Se fue el cuarto crac. O el tercero, según gustos y sin contar todavía a Messi, que aún está en cartel. Unos hablan de la tríada. De Di Stefano, de Pelé y de Maradona. Otros dicen que Cruyff también tiene derecho a ese podio. Desde luego, es el cuarto seguro. Insisto: sin contar todavía a Messi, que lleva camino de gol para desbancar a cualquiera de los cuatro genios citados. Pero Cruyff hizo algo más. Reinventó dos veces el fútbol. La primera sobre el verde. Fintas imposibles, agilidad de gamo, tocaba el balón como si su pie fuese un taco de billar y la pelota, una bola entregada a sus deseos en el tapete del área. Hacía goles como echaba pitillos. Él, sobre el campo, fue la continuación perfecta del Brasil total del 70. El fútbol siempre evoluciona. Es una obra que se mejora (o se destroza) cada domingo. Y luego reinventó de nuevo todo como técnico. La cara le salió, con ese fútbol desgarrador de extremos, a su Barça con el santo grial de la Copa de Europa. La cruz le dejó sin la segunda copa, arrasado por el Milán de poema de Arrigo en Atenas. Esta invención de Johan fue convertida en fábula por Guardiola y por Tito Vilanova. Era el Barça 2.0. Hoy admiramos el Barça 3.0, pero a lo mejor todo solo es mérito de Messi. Como cuando Johan jugaba y eran diez y él. O demérito y lastre de Florentino, ese enterrador del Real. Aunque fue un jugador de camiseta. Con esos tres colores, el Ajax, el Barça y el naranja de Holanda, hasta los de blanco están de luto, conmovidos. Cuando nos deja un escritor, siempre se dice que ahí están sus libros para calentarnos las manos. Con Cruyff, gracias a esa enciclopedia universal que es Internet, ahí están sus goles. Su firma en el arte del fútbol para que nos ardan los ojos. Maldito tabaco. 68 años. Solo.