La necesidad de revisar la ley tras el accidente de Tarragona

OPINIÓN

01 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Obliga a una reflexión la tragedia de las trece estudiantes de Erasmus fallecidas en accidente de autobús en Freginals (Tarragona) cuando regresaban de Valencia de presenciar la nit del foc de las fallas: ¿se debe autorizar que un conductor de autobús de servicio discrecional haga 350 kilómetros de ida para que el pasaje asista a unas fiestas populares durante cinco o seis horas e inmediatamente después regrese al lugar de partida con los mismos pasajeros y recorriendo de madrugada otros tantos kilómetros de vuelta?

Según los técnicos y aunque está pendiente de peritaje definitivo, la causa del accidente fue que el chófer se quedó dormido, se fue aproximando al arcén derecho, rozó las protecciones, se despertó del susto, dio un volantazo brusco hacia la izquierda, atravesó la mediana, volcó, se deslizó de costado varios metros, chocó contra un turismo y quedó cruzado en dirección contraria. Resultado: trece estudiantes fallecidas de entre 19 y 25 años que no llevaban puesto el cinturón de seguridad y dos docenas de heridos, varios de gravedad.

Por muchas medidas de protección activa y pasiva que lleven los autobuses de transporte público, por más que los cinturones se activen al sentarse el pasajero en el asiento sin que quede a su libre albedrío ponérselo o no, por muy seguras que sean las carreteras, si se permite que un conductor recorra 350 kilómetros con 60 pasajeros para que participen en una diversión colectiva (jolgorio, comida, bebida, etcétera) y regrese de madrugada haciendo otros 350 kilómetros de vuelta con los mismos viajeros, es que la normativa está mal y falla la lógica y el sentido común del legislador.

¿Alguien cree que al llegar a Valencia desde Barcelona el piloto se fue a un hotel a descansar y dormir en cama unas horas hasta recoger de nuevo al pasaje y regresar a la ciudad condal? ¿Cómo se comprueba esto? No es más normal pensar que el conductor llegó a Valencia, aparcó el autocar, se bajaron los pasajeros, presenció también la cremá, comió con moderación y bebió agua o un refresco de cola acompañado después por un café bien cargado, caminó hasta donde estaba el autobús, echó una cabezadita sobre el volante mientras esperaba a que regresaran y subieran los viajeros -jóvenes repletos de vida y de alegría por una fiesta inédita y sorprendente para ellos- , arrancó y enfiló casi al alba la autopista AP-7 para recorrer el camino de vuelta, más cansado que a la ida y con el riesgo de que la somnolencia se apoderase de su debilitado organismo.

Sí, el tacógrafo habrá registrado que el chófer solo hizo los kilómetros permitidos, que después «descansó» en Valencia cinco o seis horas y que más tarde, «fresco como una lechuga», cogió de nuevo el volante y cuando llevaba conducidos un número seguido y autorizado de kilómetros sufrió un accidente. Pero todos sabemos que el aparatito de marras no dirá lo que ese conductor, ejemplar y sin mácula en sus 30 años de ejercicio profesional, hizo en Valencia hasta la hora fijada para el regreso. Hay que cambiar la ley europea para que circunstancias como estas no se repitan.