Entre la radicalización y la indiferencia

OPINIÓN

11 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El final de la reunión de PSOE-Ciudadanos y Podemos era previsible, con independencia de cómo la haya escenificado Iglesias. El planteamiento es revelador, o confirmatorio para ser más precisos, de los móviles de Sánchez y Rivera. No vale la pena insistir en el del primero por ser Presidente, pero no hay que ocultar que Ciudadanos ha estado dispuesto a participar en un gobierno respaldado por Podemos. Aunque cada vez más difícil, los socialistas insisten en que todavía es posible conseguir los votos necesarios para obtener la investidura. Ciudadanos, en un papel que sus escaños no respaldan, van a instar al PP a sentarse con ellos y con el PSOE en los mismos términos en que se instó a Podemos, según palabras de su portavoz, manteniendo el veto a Rajoy. Sorprendente propuesta, inviable desde todos los puntos de vista, que es, sin embargo, elogiada por comentaristas y editoriales. Al presidente en funciones se le ha calificado de durmiente e inactivo y se le achaca bloquear una solución que se reconoce está en sus manos, subrayando una curiosa coincidencia con Podemos.

Ante tanta confusión creada se impone una mínima claridad. Sea achacable la actitud de Rajoy a inmovilismo o corresponda a una táctica deliberada, resulta innegable que su única y reiterada propuesta es un acuerdo de PP con PSOE y con Ciudadanos para un Gobierno presidido por él. Una posición clara. También la de Podemos, dejando de lado arabescos para impacto en la audiencia, ha sido clara: un Gobierno «de cambio» en el que participase y de cuya orientación fundamental no existe duda. Si esas dos posiciones no son aceptadas por el PSOE -Ciudadanos no es determinante en la primera y está excluido en la segunda-, habrá que convocar elecciones. Las posiciones de Sánchez y de Rivera no son tan diáfanas. Nadie quiere ser visto como el responsable de no evitar elecciones, dando por sentado que se repetiría la situación actual. Sondeos de dudosa fiabilidad han ido variando a quién favorecerían o perjudicarían. Ciudadanos subiría y Podemos se hundiría. Ahora resulta que las elecciones convienen a Podemos, lo que explicaría su ruptura abrupta en la pasada reunión a tres.

Tanta maniobra y tantas declaraciones de los protagonistas, en las que llevamos casi cuatro meses, es natural que terminen produciendo hastío y con él indiferencia, una primera consecuencia negativa en toda democracia y que se concretaría en pasar de las elecciones, si al final hay que convocarlas. Pero lo que está sucediendo, además del daño que la transitoriedad está causando al país, es la radicalización que se ha ido incubando y eclosionará en las posibles elecciones. Una polarización en torno a un Podemos dispuesto a ella y otra opción que cuente con un PP renovado. No será ya la alternancia del bipartidismo habitual. La confrontación estará más cargada de ideología. Su mero planteamiento, si tomamos solo a la transición como referencia, un retroceso en nuestra historia democrática.