Elecciones: ERTE colectivo y al paro

OPINIÓN

03 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Con la firma del rey se publica hoy en el BOE el decreto de disolución de la XI Legislatura, casi tan corta como el cuento de Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».

Si nos atenemos a la productividad, esta disolución de las Cámaras debería ir acompañada en el periódico oficial por un ERTE (expediente de regulación temporal de empleo), firmado por el más breve de los presidentes del Congreso, el simpar Patxi López (para el que no ha habido tiempo ni de pintar el cuadro que se colgará en la galería de retratos de presidentes del Congreso ¿Lo firmará Antonio López para alargar el plazo unos cuantos lustros?), y rubricado por el comité de empresa, que es la amplísima comisión permanente que se quedará montando guardia bajo los luceros mientras fuera la protegen Daoiz y Velarde, los dos leones de histórico bronce de Wad-Ras que defienden la entrada a las Cortes.

En contra de lo acordado, a todos los que no integran ese miniparlamento de transición entre la XI y la XII Legislatura se les debería retirar la tableta y el smartphone, símbolos de una modernidad líquida que han llevado rauda al geriátrico, y retribuirles con el salario de tramitación, descontado el índice de productividad y aumentado por el número de horas de postureo, soberbia, vanidad, altanería, altivez, endiosamiento, ínfulas, presunción y engaño que han protagonizado muchas de su señorías durante la representación de la comedia. A casi todos les saldrá a cobrar, pero a buen seguro que el finiquito de Pedro Sánchez, Antonio Hernando, César Luena, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Carolina Bescansa, Xavier Domenech, Alberto Carlos Garzón, Albert Rivera, Juan Carlos Girauta, Rafael Antonio Hernando Fraile, Pablo Casado y Fernando Martínez Maíllo es tan abultado que la pagaduría del Congreso precisará de un crédito extraordinario para abonar sus nóminas.

Mientras se tramita tan colosal préstamo, la ciudadanía, cada vez más parecida a la italiana -que diría Felipe González-, va a lo suyo y mira de reojo a los políticos en un trasfondo mediático que vuelve a lo conocido: un PSOE perdido en su laberinto que, más separado de la sociedad que nunca, no sabe cómo y con quién tiene que hacer frente al acoso de Podemos e IU, dos fuerzas destructivas que defienden la desmembración de España y al representante de ETA en la tierra: Arnaldo Otegi. Ciudadanos vetando a Rajoy por considerarlo un obstáculo para su proyecto político y así seguir siendo fusta contra la corrupción, y aferrado a la centralidad para no soltar los votos que le prestaron populares descontentos. Y el PP, con imagen de tiempo pasado y asaeteado por la corrupción, confiando en que las aguas vuelvan a su cauce y pueda gobernar en coalición para profundizar en las reformas sin desandar lo andado. En definitiva, la ola entre vieja y nueva política que recorre Europa y Estados Unidos sin dejar títere con cabeza.

Por ahora no veremos deshacerse gobiernos municipales y autonómicos. Todo seguirá congelado hasta que el 26 de junio las urnas traigan un talante propicio para el pacto, la defensa de los preceptos constitucionales y el valor del consenso. Eso que en la UE es frecuente y en los muros de la patria mía riña entre partidas de Empecinados y Merinos.