La nueva etapa de Rajoy

OPINIÓN

31 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Lo menos discutible de la intervención, dejémoslo así, de Iglesias en la sesión de investidura fue afirmar que era un momento histórico en nuestra democracia. Pero sin esa hipérbole, ha de reconocerse que se inicia una etapa política muy diferente. Lo ha admitido el propio Rajoy al ser consciente de que tendrá que acudir necesariamente a acuerdos para gobernar al estar en minoría. Es cierto también que el marco de los partidos políticos se ha alterado, de lo que es testimonio la composición del Congreso y avecina cómo se planteen los debates. Si nos atuviésemos a cómo se desarrolló la investidura, podría llegarse a la errónea conclusión de que fue algo fácil. El candidato, cómodo, contenido en el discurso, certero y con ingeniosidades, retranca y sentido del humor en las réplicas, en las que se detecta el buen parlamentario. Bien es verdad que ese estado de ánimo vino favorecido por la certeza del resultado avanzado por la abstención del PSOE en la segunda votación. Se evitan así nuevas elecciones, que no es poco, aunque ha dejado una división interna en el PSOE como consecuencia de la abstención acordada in extremis en el Comité Federal, rubricada por la dimisión de Sánchez, su renuncia a seguir siendo diputado y su aspiración a liderar de nuevo el partido.

El portavoz socialista, partidario del no, que tuvo la meritoria tarea de defender la abstención, ilustró sobre lo que de haber sucedido habría impedido esta investidura. Conviene recordarlo. Recriminó a Iglesias por haber impedido que hubiese un Gobierno de progreso. Y ciertamente con la abstención de estos, después de las elecciones de diciembre, hubiera sido posible la investidura de Sánchez con apoyo de Ciudadanos a la que el PSOE no podía entonces oponerse, Rivera no le hacía ascos y confortaba a poderes fácticos, al no estar Podemos en el Gobierno y tener la certeza de que el PP no se opondría por sistema a todos los proyectos de ese Gobierno. Sánchez y Rivera debieron ofrecer esa posibilidad al rey en la ronda de consultas. La declinación de la oferta por Rajoy fue criticada por unos como descortesía y elogiada por otros como astucia. Mi opinión es que fue honesta, porque era matemáticamente imposible. No era descartable la iniciativa, de lo que fue muestra alguna tensión dentro de Podemos. En todo caso el riesgo existió durante una etapa que Rajoy capeó con actuación de baja intensidad, lo que se le ha venido motejando de pasividad y equivalentes.

El discurso de Rajoy ha sido una exhibición de coherencia. Se esforzó en reconocer una actitud para aceptar rectificaciones, sin compromisos. Agradeció de modo educado el apoyo de Ciudadanos, estimó la abstención del PSOE, con el guiño sobre las reválidas. Rajoy en estado puro: bondad de su política económica, necesidad de seguir en la misma línea que avalan datos para mejorar los justos apremios de carácter social. Un discurso electoral, para que se tenga en cuenta a la hora de negociar. Tractor y grano, contestó al portavoz del PNV.