Por qué celebrar las elecciones de 1977

OPINIÓN

17 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Saber y reconocer de dónde venimos es una seña de identidad, en lo personal y en lo colectivo. Las raíces, vitales para árboles y plantas, tienen también sentido para el ámbito humano. Se comprueba en el desarraigo dramático de migraciones que claman por la justicia y la solidaridad a esta orgullosa sociedad civilizada. La democracia, como forma de convivencia en la que desarrollamos nuestras vidas, comenzó en nuestro país con las elecciones del 15 de junio de 1977. Constituye una primera razón para celebrarlas y también proporciona elementos para reflexionar sobre el momento político actual, que se ha reflejado en la atípica moción de censura.

Fueron la certificación de lo que había proclamado solemnemente el rey, de serlo de todos los españoles; una afirmación comprometida y audaz para recuperar la convivencia frustrada por una guerra civil y sus prolongadas consecuencias. Unas elecciones plenamente democráticas; las primeras para muchos, no solo por razón de edad, que explica el ambiente alegre y de ilusión en que se celebraron. De algún modo eran como un estreno.

Hubo una aceptación generalizada, superadas desconfianzas y reticencias, como testimonió el amplio número de formaciones políticas que se presentaron. El pueblo cumplió sobradamente su misión, como suele hacerlo, colocando a cada una en su sitio. No se cumplieron las expectativas del PCE de Carrillo, sobrepasado por el PSOE de Felipe González, ni las de AP de Fraga. Triunfó la UCD liderada por Adolfo Suárez. En Galicia el éxito de esa coalición electoral, de la que formaba parte el PGI en las provincias de A Coruña y Pontevedra, fue espectacular; un duro golpe para Beiras y decepción para los ilustres redactores de la revista Teima, que en su portada reprodujeron el cuadro de Velázquez sobre la rendición de Breda en la que «o señor Meilán» entregaba las llaves de Galicia a Adolfo Suárez. El triunfo del centro político fue el deseo de no volver, aunque fuera de un modo incruento, a lo que había conducido a una confrontación cruenta. Ayudó el modo, llámese estilo o talante, con que desarrolló la campaña, sin la acritud y descalificaciones a que nos tienen acostumbrado actores de hoy.

Las elecciones de 1977 fueron la realización de la ley para la reforma política, promulgada también en ese año después de ser aprobada en referendo y poco recordada. El sistema proporcional corregido permitió la máxima participación de los grupos políticos y no dificultó la gobernación del país. Estableció las líneas maestras de un sistema democrático, con división de poderes, efectividad de las libertades y el reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona que vinculan a todos los poderes públicos. Este no figuraba en el proyecto de ley; fue una enmienda de mi autoría importada de Alemania, sobre cuya relevancia se ha manifestado recientemente el entonces ministro de Justicia. Es memoria histórica que ennoblece y constituye una referencia que no debe ignorarse.