La venganza de la «rueda»

Manel Loureiro
Manel Loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

28 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Seguramente les suene su nombre, o puede que no, pero yo tengo el placer de conocer a Antón Reixa desde hace algunos años. El antiguo líder de Os Resentidos y padre de series tan increíbles como Mareas Vivas o películas como El lápiz del carpintero es un tipo brillante, que a lo largo de su dilatada trayectoria profesional ha sido prácticamente todo lo que le ha apetecido ser, desde músico a escritor o productor de éxito. Pero sobre todo, Antón es un buen tipo. Por eso, cuando allá por el 2012 supe que iba a aceptar el cargo de presidente de la SGAE, un puesto altamente radiactivo tras el paso de Teddy Bautista, sentí un escalofrío. A los ojos del sentir popular la Sociedad General de Autores era una organización casi mafiosa y con una pésima fama, y yo no podía evitar preguntarme qué diablos pintaba alguien como Reixa allí. Pronto lo descubrimos. 

En el poco tiempo que Antón estuvo al frente de la SGAE se esforzó por sacudir alfombras, vaciar las sentinas corruptas de un organismo infernalmente complejo y depurar responsabilidades, pero sobre todo por acabar con el sistema de la «rueda»: Un sofisticado plan de varios directivos de la sociedad para registrar a su nombre la música que suena de fondo en los programas de videncia y tarot de la madrugada y a cambio cobrar una millonada (se habla de más de cincuenta millones de euros al año) por ello.

Naturalmente, los afectados se revolvieron y maquinaron a sus espaldas para expulsar a Reixa de la dirección de la SGAE, cosa que consiguieron en apenas un año. Vilipendiado y excluido de manera injusta, Antón abandonó la SGAE en silencio, con la dignidad del que sabe que ha hecho lo correcto pero con la amargura del que ha perdido la batalla de forma artera.

Han pasado los años y estos días aparece en la prensa que la Policía acaba de detener y poner a disposición judicial a la mayoría de esos directivos de la SGAE que se lucraban con la «rueda». Casualmente los mismos contra los que Antón Reixa se enfrentó y que orquestaron su caída. El tiempo, finalmente, y a la espera de la sentencia judicial, parece haberle dado la razón al vigués, que años después ve cómo su nombre es reivindicado. De repente, la opinión pública poco menos que le trata como si fuese el héroe de esta historia, cuando lo único que Reixa hizo fue comportarse como siempre ha sido: honesto, sensato y, en ocasiones, demasiado confiado. En definitiva, un tipo honrado.

Uno no puede evitar pensar cómo sería la gestión de la SGAE hoy en día si Antón Reixa hubiese triunfado en su plan para sanear la entidad, ni cómo sería la apreciación popular de la misma, que sigue siendo nefasta. En todo caso, al menos, Antón puede sonreír satisfecho, porque aunque lenta y tardía, parece que por fin triunfa la justicia.