Civilizando el capitalismo español

Albino Prada
ALBINO PRADA CELTAS CORTOS

OPINIÓN

07 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de dos excelentes ensayos escritos a cuatro manos con Xosé Carlos Arias (La torre de la arrogancia y La nueva piel del capitalismo) de enfoque internacional, Antón Costas nos ofrece ahora su particular diagnóstico y terapia para la sociedad y la economía española en El final del desconcierto (Península, 2017). El asunto central del libro es aportar criterios y propuestas para que la actual salida de la crisis en España no solo sea sólida y perdurable, sino que lo sea convirtiendo el crecimiento económico en progreso social. En bienestar social o en crecimiento inclusivo. Para que el conjunto de la sociedad se sienta implicado y beneficiado en lo que Costas denomina un nuevo contrato social. Porque cuando el crecimiento se transforma en desigualdad creciente y en deterioro social se impone civilizar el capitalismo.

En su reciente informe sobre desarrollo inclusivo el Foro Económico Mundial sitúa a la economía española como la que ha tenido peor progresión entre los países avanzados. Solamente, en los últimos cinco años, Grecia ha visto evolucionar peor el panel de doce indicadores con los que se evalúa la transformación de crecimiento en desarrollo. En las antípodas de países como Nueva Zelanda o Islandia.

Es un diagnóstico coincidente con el de nuestro Observatorio de la Sostenibilidad cuando anota en su último informe que en justicia social e inclusión andamos por la cola de Europa, que los problemas de viviendas vacías y encarecimiento del alquiler dificultan el acceso a muchos ciudadanos, que en corrupción empeoramos, que en desigualdad social y pobreza somos campeones, y que la precariedad en el empleo y en los salarios sigue acompañando nuestro crecimiento económico.

Ante este panorama Antón Costas se resiste a formar parte del numeroso grupo de economistas autistas, o de monaguillos del neoliberalismo, para plantear un conjunto de análisis y propuestas que él denomina liberales y socialdemócratas. Considera una humillación e ignominia democrática la carta del BCE que forzó una reforma de la Constitución española en 24 horas, lo que Naomi Klein llamaría terapia de shock. Considera un mantra desenfocado el perseverar con reformas y devaluaciones laborales mientras se mira para otro lado en las necesarias reformas empresariales, del sector público o de los mercados no competitivos.

Y considera un desafío de tamaño descomunal el evitar que los diversos infomonopolios, con su digitalización y automatización masivas, nos lleven a una mutación patológica de la economía de mercado. Son ejemplos clarificadores.

El lector del libro se beneficiará de un catálogo completo y pormenorizado para una cabal agenda reformista desde esa particular posición. Una posición doblemente valiosa porque conjuga un prestigio universitario de primer nivel con el conocimiento directo de la parte más civilizada de nuestra clase empresarial.