Los primeros gallegos del 2000 cumplen 25 años: «Somos la última generación que no tuvo prisa por hacerse adulto»

YES

GONZALO BARRAL

Yes reúne a los cuatro jóvenes para celebrar su cuarto de siglo. Son nativos digitales, preocupados por la salud mental y el medio ambiente, aceptan mejor la diversidad, pero reniegan de «la generación de cristal»

04 ene 2025 . Actualizado a las 14:55 h.

Con apenas unos minutos de vida se convirtieron en noticia. Y no hicieron nada para estar en el foco, solo nacer un 1 de enero. A sus familias casi no les había dado tiempo a asimilar la llegada de un nuevo miembro, cuando los medios de comunicación les reclamaban unas primeras palabras. «A mi padre lo empezaron a bombardear a llamadas de El programa de Ana Rosa, de los periódicos... Consiguieron su número de teléfono al toque. No sé cómo lo hacéis, pero al momento empezaron a llamarlo como si nada —bromea—. A mi madre le ofrecieron ir al plató con Ana Rosa, pero dijo que no, porque tendría que coger un vuelo, acababa de dar a luz... Pero incluso convocaron una rueda de prensa en una de las habitaciones del hospital», cuenta María, sobre la repercusión que tuvo su nacimiento, solo un minuto después de las doce de la noche. Fue la primera gallega del año 2000.

 Tenía ya unos años cuando se dio cuenta de que había nacido un día «especial». «Yo soy de Ferrol, y en Narón, el día de Fin de Año normalmente se va a la plaza de Galicia, y mi padre siempre me recuerda que cuando empecé a hablar, les decía: ‘¿Pero toda esa gente está así porque es mi cumpleaños?'. Mi padre, obviamente me engañaba, y me decía que sí», dice esta joven ferrolana, que «tenía media cabeza fuera cuando estaban sonando las campanadas».

A Jimena no la esperaban hasta finales de febrero, pero quiso nacer a principios de enero. «Na miña casa, por parte de nai, xa tiveran problemas cos partos; miña curmá, que ten oito meses mais ca min, naceu cun cancro e tiveron que viaxar ata Barcelona... Entón, como que foi algo importante. De feito, eu ía nacer o 31, pero o médico dixo: ‘Espera, espera, a ver se conseguimos que naza a principios de ano, así non vai tan atrasada nas clases'», explica la primera ourensana del año 2000. Como nació prematura, enseguida se la llevaron a la incubadora, por lo que, aunque también fue noticia, no hay foto de ese día. «Cando chegou a prensa, os xornalistas levaron un chasco enorme, porque non me podían ver. E a miña nai ata arriba de medicamentos». Ahora quizás menos, pero recuerda que cuando era pequeña la familia se reunía al completo en Año Nuevo, se festejaba por todo lo alto. «Celebrabamos primeiro o aninovo, e a partir das 12.20 horas, que é cando eu nacín, o meu aniversario».

GONZALO BARRAL

Marcos y Pablo también se convirtieron en el centro de atención nada más llegar a este mundo en Lugo. En su caso, lo de nacer el 1 de enero quedó eclipsado porque su madre los tuvo con 53 años. «Chamaba moito a atención que unha persoa con certa idade tivera xemelgos, e por encima un 1 de xaneiro. Desde sempre nós crecemos sabendo iso, porque fomos mediáticos desde que eramos bebés», comenta Pablo. «Se buscas na internet, non saímos por nacer o 1 de xaneiro, non hai ningunha referencia a que nacemos ese día», apunta Marcos.

Su madre, Pilar Rega, se imaginaba que algo de repercusión tendría el parto, que fue por cesárea por tratarse de dos bebés, después de haber perdido a una hija con 26 años, pero nunca «tanta». No solo su nacimiento causó expectación, sino que siguieron despertando el interés de la prensa algún tiempo más. «Gravaron o noso bautizo, o primeiro día de colexio tamén veu a televisión... Naquela época ser nai con 53 anos era moi novo. A día de hoxe, aínda nos chaman de cando en vez para cousas dese estilo, de que fagamos algunha reportaxe na televisión polo da maternidade tardía, que cada vez hai máis, pero adoitamos dicir que non a todo. Non nos gusta demasiado, sobre todo o tema da televisión», indica Marcos, que nació cinco minutos después de Pablo. «Aínda que me levan botando máis anos que a el toda a vida», apunta el menor de estos hermanos de Foz.

Aunque cada uno vive en una punta de Galicia, en sus casas se celebran de un modo muy similar los unos de enero: cuando se acaban las uvas, se soplan las velas. «Estamos comiendo la última uva y la tarta ya está preparada», dice María, y asiente el resto. También coinciden a la hora de señalar lo llamativo, y a la vez desapercibido, que puede pasar su día para los demás. «Es como que todo el mundo se acuerda y a la vez no. Lo recuerdan todo el año, porque es un día muy especial, pero cuando llega ese día, como hay muchas otras cosas que lo eclipsan y ya nadie se acuerda. A mí me ha pasado de cenar en casa, soplar las velas, bajar porque es Fin de Año, y a las tres o cuatro de la mañana, mis amigas decir: ‘¡Ay, felicidades!'. Estoy segura de que el resto del año de otro cumple igual no, pero del mío se acuerdan fijo. Pero en ese momento, hay tanta gente, estás saliendo por otro motivo, que se olvidan», explica María.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

«Que non pasa nada, é como o que nace en Nadal ou así. Tamén sempre tes a faena de que levas menos agasallo, porque é Nadal e tal», añade Pablo.

Muchas veces la celebración fuera de casa, sobre todo cuando eran más pequeños, —hoy todos salen en Fin de Año, y algo cuenta— se tenía que posponer. El primer día del año, dicen, «hay muy poca disponibilidad de la gente», y como pasa con los que cumplen en vacaciones de verano, la fiesta con los amigos solía ser unos días después. De hecho, hoy, 4 de enero, algunos están celebrando su primer cuarto de siglo. «Eu celebreino só unha vez o propio 1 de xaneiro, porque estiven de Erasmus en Polonia, e foi o ano xusto despois da pandemia, e non quería vir a casa, por medo a non poder volver despois para alí. Entón, quedei en Polonia, e celebreino cos meus amigos de alí. Foi a única vez», recuerda Jimena.

Aunque se pueden llevar casi 365 días con algunos compañeros de clase, dicen que nunca han sido conscientes de que haya una diferencia muy grande. «Nós igual fomos os dous extremos, porque, por exemplo, eu de pequeno sempre era dos máis altos da clase, o máis grande, e Pablo era o máis retaco de todos. Así que, o maior, porque é maior ca min, era dos máis pequenos. E eu era o máis grande e á vez o máis maior tamén», señala Marcos. «Igual los profesores —interrumpe María— en algún momento, cuando acabas de empezar el segundo trimestre, que ahí ya tienes un año más que los demás, te decían: ‘¿Tú que eres, repetidor, no?'. Pero, salvo eso, yo nunca he notado ninguna diferencia». 

EL PRIMER MÓVIL

Acaban de cumplir 25 años, y aunque ahora el móvil es una herramienta fundamental en su vida diaria, no siempre ha sido así. No recuerdan el momento en que les pusieron delante un ordenador, lo «ven» como algo que siempre ha formado parte de sus vidas, pero sí pueden visualizar cuándo cogieron un móvil por primera vez. «Eu recordo de ir a campionatos de natación ou de atletismo cun móbil antigo, de teclas, que podías chamar e xaMarchaba un día enteiro a Lugo e era basicamente para avisar e logo virme a buscar ao pavillón. Pero máis teléfono meu, porque ese seguramente era da miña nai que mo deixaba para falar co meu pai, foi aos 14 anos ou así, pero ata os 16 só o podía ter as fins de semana. Entre semana non había teléfono», dice Jimena.

Unas circunstancias similares a las que vivieron Marcos y Pablo. «A primeira vez que tivemos un móbil foi con 12 anos, porque fomos a Londres co colexio, e para falar coa familia. Pero despois tampouco o usabas, porque, en xeral, os teus amigos, non tiñan. Para que o ías a usar se non tiñas con quen falar?». «Somos la generación que nos salvamos de lo táctil», destacan. «O máis táctil que había era a Blackberry, que tiña un puntiño. O da pantalla enteira si que foi unha novidade. Eu recordo dicir: ‘Buah! Temos un móvil táctil, qué pasada!», indica Pablo. «Yo recuerdo tener en 1.º de ESO, con 12 años o así, uno de tapa. Pero también solo me lo daban en momentos puntuales. Por ejemplo, el martes, que tenía clase, pues si iba a comer al bar de enfrente del instituto, para que llamara y les dijera que estaba fuera o que ya estaba comiendo. O que les enviara un SMS. Era más para dar toques, de decir ‘ya estoy aquí' o ‘venme a buscar', no para utilizarlo por mi cuenta», añade María.

Aunque nacieron en la era de la expansión masiva de la tecnología y de internet, el acceso a un móvil, como señalan, no fue a una edad tan temprana como hoy en día, que a muchos niños se les regala por la comunión con 9 o 10 años. Ellos, de pequeños, no tocaron un teléfono. «Yo una vez que entré en la preadolescencia sí que recuerdo tener soltura con el móvil y el ordenador, pero no en la infancia. Cuando veo ahora a niños muy pequeños, de 2 años, 3 años, usando el móvil... Yo tan pequeña no sabía utilizarlo. Estoy segura. Fuimos los últimos que pudimos salvarnos de toda esa pandemia de tecnología», explica María, que añade: «Mis padres, por ejemplo, fueron un poco estrictos en este tema. Me lo dejaban tener, porque si salía de casa, querían que les llamara para saber dónde estaba, pero intentaron que fuera lo más tarde posible. De hecho, las redes sociales me las hice a escondidas con 14, recuerdo, porque no me dejaban». «Yo también», interrumpe Jimena. «Es que no es como ahora —continúa María— que con 10 o 12 años tienen todas las redes, y sus padres están súper de acuerdo», señala esta ferrolana, que durante dos años mantuvo sus perfiles a escondidas. «Lo fui salvando hasta los 16, luego ya me dieron más libertad para hacer lo que yo quisiera». 

TODAVÍA USARON EL FIJO

Ellos todavía pertenecen a esas generaciones que quedábamos con los amigos timbrando en el portal, o que pasaban una notita con el fijo de casa para poder hablar. Aunque esto muchas veces también acarreara una reprimenda. «Mi madre me reñía por las facturas que venían de llamar a móviles», dice uno de ellos, y el resto lo confirma. «Es verdad, a veces llegaban facturas que te sorprendían. Sobre todo en verano, que igual hablabas más con tus amigos».

«Ahora es todo mucho más inmediato», apunta María. Pablo también percibe diferencias con los jóvenes que han venido detrás. «As xeracións de agora son bastante máis infantís e están moi enfocadas a outros temas. Sobre todo, na tecnoloxía son moi distintos a nós». «Yo noto que nosotros no intentamos acelerar el crecer, y que somos la última generación que vivió eso. Ahora es todo querer ser mayor, y al final eso no te hace disfrutar de todas las etapas de la vida. Cuando eres niño, hay que ser niño, y jugar. Yo ahora veo mucho afán por querer ser más mayores de lo que realmente son. Y es ahora de adultos, cuando podemos tomar realmente decisiones lógicas ante lo que queramos hacer en la vida. Pero cuando eres niño, preadolescente o adolescente es todo un poco confuso», indica María.

No sienten que crecieran con esa libertad y permisividad tecnológica que tienen muchos menores hoy en día, y es algo que agradecen. «Para nuestros padres también era algo nuevo, les daba miedo. Ahora ya no. Hay padres de nuestra edad ahora mismo, y entonces están muy familiarizados con todo el tema de Instagram, TikTok... Es mucho más fácil que puedan llegar a entenderlo. Para mis padres era como que me estaba exponiendo, igual alguien me decía cosas. Era el miedo a que nos pasara algo», expone María. «Agora —indica Marcos— é que son os propios pais os que expoñen aos seus fillos nas redes. Antes a xente tiña máis temor a iso. Había máis sentido da intimidade».

Hoy en día, afirman, en muchos casos, no hay ningún tipo de control sobre lo que los pequeños hacen cuando acceden a internet o a las redes sociales. «Eu creo que nós vivimos unha infancia e unha preadolescencia máis sa, sobre todo, porque é que agora, que empezan con 8 anos co teléfono, que madurez tes para enfrontarte a iso?», señala Marcos. «Es que ahora los padres no supervisan nada de lo que hacen con los móviles sus hijos. Yo no recuerdo tanta información. Porque ahora ya lo ves con ojos de adulto, pero yo no sé cómo sería mi manera de pensar, si con 12 o 13 años hubiese visto todo lo que puedo ver ahora en las redes sociales o internet. Es que es eso, ahora con 9 años hacen la comunión y tienen acceso a todo eso, a subir lo que quieran, a buscar todo lo que quieran... A mí me da un poco de terror», reconoce María.

Están contentos de haber nacido en el último año del pasado siglo y milenio, una especie de transición en términos digitales, con todo lo que conlleva. No han crecido pegados a un móvil, y aunque se manejan sin problema con las nuevas tecnologías, sienten algo de nostalgia con lo analógico. «A mí me pasa con gente que solo tiene seis o siete años menos que yo, que sus padres tienen todas sus fotos en el teléfono. Yo puedo coger un álbum si quiero ver las fotos de cuando tenía 2 o 3 años. A mí me gustaría seguir por esa línea, no perder el tenerlas impresas. Eso de «mamá, quiero ver fotos de cuando era pequeño, y darle el móvil... Me parece un poco... Que está bien, y me parece útil, porque es cierto que puedes fotografiar cualquier cosa en cualquier momento, pero no quiero perder el tenerlas en papel», comenta María. En casa de Jimena también hay apego por la tradición de imprimir las fotos. «Os meus pais tamén as teñen en diferentes álbums. Teñen un por min e outro pola miña irmá. Fixeron unha cousa moi bonita que é xuntar ao final as fotos carné, e así vemos como fomos crecendo, cambiando de fronte, como nos imos facendo maiores...». 

Z, SÍ, PERO DE CRISTAL, NO

En cualquier caso, y a pesar de no haber crecido con un móvil en la mano, sino que lo tuvieron para un uso más generalizado a partir de los 15 o 16, María, Jimena, Pablo y Marcos se definen como nativos digitales, una de las características que describe a la generación Z (a la que pertenecen los nacidos entre 1994-2010). «Si, si, eu recordo que houbo internet desde sempre», dice Pablo. Marcos cuenta que no recuerda un momento de decir «voy a aprender a usar el ordenador», porque «naces aprendido». «Con 12 anos xa dis: non sei cando aprendín. É que aprendes só», apunta.

También coinciden en que quizás su generación entiende mejor la diversidad que las anteriores. «Pero porque empezó a darse con más naturalidad, yo creo. Si se hubiera dado antes y en algún momento se hubiera hablado con más naturalidad... Pero igual en los 2000 se abrió una veda para que la gente se mostrara. Siempre hubo todo, pero ahora se ve con más naturalidad, que es lo que tendría que haber sido siempre. Pero, por desgracia, fue tan tarde», comenta María.

La postura del grupo es unánime a la hora de rechazar el término de generación de cristal para describir la fragilidad emocional de los adolescentes y jóvenes nacidos a partir del año 2000, a los que se les presupone una vulnerabilidad especial por haber sido criados de una manera muy sobreprotectora. «Non creo que ninguén sinta así», dice Pablo. «Eu penso que non é realmente de cristal, —apunta Jimena— senón que somos máis conscientes do tema emocional, psicolóxico. Como que temos, non máis coñecemento, porque eu non teño un grao en Psicoloxía, pero que sabemos un pouco máis nese sentido, que sabemos poñer mellor os límites, que igual que o meu pai, que reacciona a certos sentimentos dunha maneira porque non sabe xestionalos. É dicir, que estamos igual un pouco máis informados».

«Claro, yo creo que con los años hay una evolución en cuanto a muchas cosas, no solo la tecnología. Somos más conscientes», apunta María.

Sobre si están más orientados al diálogo, más enfocados en comunicar, Jimena reitera lo dicho: «Iso vén porque somos conscientes psicoloxicamente dos nosos sentimentos. Algunha xente, outra, pois, obviamente, non. Pero en xeral, tendemos a tentar dialogar. Que se consiga? Iso xa non o sei, pero téntase». Para María también es una cuestión educativa. Dice que quizás sus padres, al ser relativamente jóvenes, les supieron enseñar algunos valores que igual en otro momento era más complicado, porque o bien la sociedad no lo permitía o no se le dedicaba tiempo porque se creía que era una tontería y que no hacía falta.

Estos cuatro gallegos, los primeros del año 2000, señalan, y confirman, que los jóvenes de su generación tienen interés por causas ambientales y sociales, creen en una sexualidad más abierta, y se muestran preocupados por la salud mental. «Eu diría que, sobre todo, somos máis tolerantes que outras xeracións», comenta Marcos. Y también un poco más respetuosos, apunta Pablo: «A sociedade agora empeza a posicionarse no lugar doutra xente, a ser máis comprensiva». 

EL FUTURO

Acaban de completar su primer cuarto de siglo, y aunque se encaminan hacia los 30, no están preocupados por lo que vendrá. Están centrados en el presente: Marcos, en acabar el doctorado y ayudar con el negocio familiar, Jimena y Pablo, en aprobar una oposición para ser profes; y María, en formarse lo mejor posible junto a su madre en el negocio de estética que tienen en Ferrol para cuando toque coger el relevo. «Pablo e eu tampouco somos exemplos, non somos a media de persoa da nosa xeración. Temos unhas vidas un pouco máis raras, ao final os nosos pais tivéronnos moi maiores, tocounos madurar antes. Ao ter unha empresa familiar, tócache axudar en casa, isto pásalle a moita xente, nós tivemos que ser máis responsables. Cando se xubilaron tiñamos 18 anos, tivemos que coller as rendas e con esa idade non é o habitual», dice Marcos. «É que é así, os nosos pais son da posguerra, o meu pai naceu no 39, poderían ser os nosos avós perfectamente, entón hai un choque xeracional bastante brutal».