Pudo acabar siendo la noche más trágica, y ya hemos sufrido unas cuantas. Ahí lo tienen: el escenario del crimen, en sentido figurado. Estuvo a nada de ser nuestro Vigo- Arena, nuestro Galicia-Arena. De la que se han librado quienes dejaron hacer, pues era la crónica de un desplome anunciado: bastaba con leer La Voz. No caerá sobre sus conciencias, no les extrañe que no la tengan, basta con escuchar estas peleas de gallos. De milagro esto no fue Génova, qué descomunal tragedia. Pero poco le faltó. Queda el consuelo, el orgullo, de ver la reacción de estos chicos y chicas, adolescentes de concierto de verano que a punto estuvieron de experimentar eso que dicen que se ve en el instante final: toda una vida a cámara rápida. Fueron un ejemplo de serenidad, madurez y solidaridad, justo al revés que estos políticos. Es inútil buscar entre ellos a los responsables. No los busquen. Ahí, en los despachos, a cubierto de desplomes, prácticamente solo hay irresponsables.