Las curvas que le esperan a May

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

TOBY MELVILLE | reuters

15 nov 2018 . Actualizado a las 11:25 h.

Fueron cinco horas de consejo de ministros, muestra de las dificultades de Theresa May para vender su acuerdo con la Unión Europea para la salida de Gran Bretaña. Pero al final lo consiguió, logró la aprobación de su gabinete. Supera así el primer gran obstáculo para su plan.

No se ha producido la tan temida espantada general de ministros, pero un detalle es revelador: May habló de que la aprobación había sido «colectiva» en vez de «unánime». Todavía, pues, podría haber dimisiones en los próximos días, aunque da la impresión de que serían pocas. En el gobierno de May conviven tanto ministros radicalmente partidarios del brexit como otros que hubiesen preferido seguir en la UE. Parece que May ha convencido a la mayoría de ellos de adoptar su línea pragmática, el camino de en medio que ella propone para evitar una salida desordenada de la Unión.

La aprobación del gobierno era tan solo el primero de los escollos que tiene que sortear Theresa May. Ayer acuciaba ya otro, importante: el partido unionista irlandés DUP se mostraba extremadamente nervioso con lo que intuía que podía contener el acuerdo pactado con la UE. Estaba previsto que ayer por la noche sus líderes tuviesen la oportunidad de revisar el texto. De su sí o su no depende en gran parte la operación de la primera ministra, no solo porque sus diez votos pueden ser indispensables para hacer aprobar el plan en el Parlamento sino porque también son esenciales para mantener la mayoría en la que se sostiene el gobierno.

Y, por último, un posible tercer escollo parecía que empezaba a cobrar forma también ayer por la noche. En el partido conservador se oía un cierto ruido de sables, o más bien de cuchillos. Se rumoreaba que los euroescépticos más radicales, capitaneados por Jacob Rees-Mogg, podrían plantear un voto de censura interno a Theresa May.

Según las reglas de los conservadores, para esto basta con que un 15 por ciento de sus diputados (48 en este caso) envíen una carta solicitándolo al llamado Comité 1922, un órgano del partido. Se produce entonces el voto de censura. Si May lo pierde, tendrá que dejar paso a otro líder conservador.

El objetivo euroescéptico

John Major sobrevivió a uno de estos desafíos en 1995, pero Iain Duncan Smith sucumbió a otro en 2003. En todo caso, si los rebeldes lograsen reunir esas 48 cartas, muy poco importaría si May gana el voto de censura: estaría imposibilitada de aprobar su plan en el Parlamento, a menos que una parte sustancial del Partido Laborista la apoyase, algo que parece ahora mismo casi imposible.

Ese podría ser el verdadero objetivo de los euroescépticos, frenar a May sin derribarla necesariamente. No obstante, hasta el cierre de esta edición sus líderes se negaban a confirmar o desmentir estos rumores. Sea como sea, el camino hacia el brexit ha comenzado a tomar una dirección clara. Otra cosa es que llegue a buen puerto.