La CEDA ha derrotado al Frente Popular

OPINIÓN

Fermín Cabanillas | Efe

03 dic 2018 . Actualizado a las 11:45 h.

Aunque todos decían que Andalucía iba a marcar el ciclo electoral del próximo bienio, creo que sucedió lo contrario. Que la fragmentación del modelo parlamentario español, de mayorías muy complejas o imposibles, ha puesto fin a 36 años de hegemonía socialista en Sevilla. Que el cambio, sostenido por 59 escaños, (PP 26, C´s 21 y Vox 12) no se va a hacer sobre una coalición de mayoría absoluta, sino sobre una minoría tolerada y condenada a un irremisible desgaste. Que, en vez de ser Díaz la que salva a Sánchez, fue Sánchez el que hundió a Díaz, al PSOE, a Podemos, a sus socios independentistas y a todo lo que toca. Que el CIS de Tezanos y Sánchez es ya una broma macabra. Y que el nuevo ciclo electoral, lejos de girar en torno al conglomerado social-separatista, ha iniciado la temida radicalización derechista de los países más importantes de Europa. Los que iban a reforzarse (PSOE y Adelante Andalucía) se pegan el batacazo. Los que se jugaban el pellejo por un voto más o menos (PP, que, aunque pierde escaños, encabeza la coalición alternativa; y Ciudadanos, que, aunque dobla escaños quedó lejos del sorpasso) salvan los muebles con evidente elegancia.

Y Vox, al que le habíamos puesto la medida de su éxito en saber si entraban en las instituciones, irrumpe en tromba, con 12 escaños, en Andalucía, dando la sensación de que, además de haber venido para quedarse, constituye una prueba incontestable de que la práctica totalidad de los analistas y todólogos de este país, que dábamos por sentado que el resurgir del PSOE iba a protagonizar el bienio 19/20, hemos visto un burro a dos pasos.

Otro pollo con plomo en el ala es Podemos, que, en vez de comportarse como un río caudaloso, alimentado por sus heterogéneas confluencias, se parece a un aspersor mal regulado, que lo moja todo sin regar nada, y cuya presencia debe ser, desde hoy mismo, un grano muy mal ubicado en la mayoría Frankenstein que nos gobierna. La sorpresa, a la que solo se remitían los medios de comunicación más extremos y los periodistas menos creíbles, es Vox, un partido hasta ahora hipotético que esta tribu había descrito como la clave del momento. Si no sacaba escaños, porque no los sacaba. Si los sacaba, porque los sacaba. Si obtenía más de uno, porque volatilizaba a Casado, al PP y toda la historia de la transición. Y «si entraba la extrema derecha en un parlamento», porque podía ser el fin del universo partidario español.

Finalmente, con los datos ya en la mano, Vox rompió todos los pronósticos, todos los análisis y todas las previsiones, y con su rutilante entrada en el Hospital de las Cinco Llagas (Parlamento de Andalucía) ha conseguido que el trasfondo de estas elecciones signifique, para España, que la nueva CEDA -Confederación Española de Derechas Autónomas- ya está irremisiblemente abocada a enfrentarse -porque la historia es cíclica- al nuevo Frente Popular. Como si el ciclo electoral que ahora empieza tuviese que dirimirse -¡vaya por Dios!- entre dos Españas.

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