Resulta que Rosalía desgitanizó Me quedo contigo. Da igual lo que digan los Chunguitos. ¿Qué sabrán ellos de su canción? Y, al parecer, la película Carmen y Lola gitaniza la discriminación. Ole y ole. Perdón. ¡Ei, carballeira! Igual escribir o decir «ole» en Galicia puede ser considerado un acto de apropiación cultural. Es posible que se esté cercenando el andalucismo o a la andalucidad del término. Pero, ojo, habrá que poner en cuarentena también el pulpo á feira (¿a dónde va con ese pimentón y el aceite de oliva?), la rumba catalana, los poemas gallegos de Lorca, las películas francesas de Buñuel y a toda la familia Flores, que va por la vida gitanizando y desgitanizando sin autorización. ¿Y por qué Rosalía se llama Rosalía? ¿Está intentando aflamencar a nuestra gran autora? Y esas puestas en escena que se gasta... ¿Qué pretende? ¿Españolizar a Beyoncé? Basta ya. Rosalía es una cleptómana. Esto es un atraco. A los gitanos y a los payos, a los estadounidenses y a los gallegos.
Esta locura del «tú dedícate a lo tuyo», que insiste en preguntar qué hace una chica como tú en una actuación como esta, ha parido diferentes versiones. Algunos defienden, por ejemplo, que un personaje trans debería ser llevado al cine, la tele o el teatro solo por un intérprete trans. ¿Y viceversa? Porque el viceversa suena realmente mal.
La apropiación cultural es una de las últimas tendencias talibanas. ¿Pero qué hay de la usurpación de las causas? ¿Qué pasa con los que se creen los únicos con derecho a agitar la bandera de un determinado colectivo? Gentes tolerantes que se quejan de las etiquetas, pero le cuelgan rápidamente un cartelón a millones de personas. A España le gusta esto. Odia lo otro. Ellos no nos entienden. Nos roban.