El gobierno de CiU aplicó los más drásticos recortes sociales que han sucedido en España hasta ahora mismo. Llegó aquel 11 de junio de 2011 y Artur Mas, bloqueado por la movilización del lejano movimiento del 15M, tuvo que ir en helicóptero al parlamento. Añádase a ello la corrupción del 3 % y otros asuntos a mayores que llevaban a CiU a la derrota frente a Esquerra, y empezarán a comprender su confrontación con el Estado y el giro soberanista.
De ahí las Diadas, la ANC, el 9N, las coaliciones y la insuficiente victoria de los sucesivos ‘Junts’, hasta ungir a Puigdemont para contentar a la CUP. Luego la vergüenza democrática del 6 y 7 de septiembre del 2017 y sus secuelas, el dramático -para los ciudadanos- 1 de octubre y ese tiempo insomne hasta el mensaje de Puigdemont a Urkullu, -«Tengo una rebelión entre los nuestros. No puedo aguantar»- que cerró aquel octubre dramático. Después la huida o la cárcel.
CiU, Esquerra o la CUP ya habían perdido su capacidad de hacer política y la habían entregado a organizaciones de masas que suelen dividir a los ciudadanos entre ‘los nuestros’ y los ‘otros’, con riesgo evidente de fractura social. Para alimentar la división fue necesario crear marcos simplificados de opinión. Sucedió con el referéndum del brexit, cuando repitieron que la UE costaba a los británicos 350 millones de libras semanales. Sucedió en Cataluña con el «España nos roba» y aquel trajín de 16.000 millones de euros anuales en boca de Artur Mas y Oriol Junqueras, para alimentar la campaña por el ‘derecho a decidir’, primero; por ‘la democracia’, después, y por la independencia ahora mismo, que convertirían Cataluña en el país de jauja.
Los partidos políticos tienen muchas más sombras que luces. Pero en una democracia siguen siendo inevitables. Veo Italia desde la llegada de Berlusconi, o el liderazgo redentor de Salvini ahora, y no puedo evitar tenerlos presentes. En conversación con un dirigente del PNV a finales del 2017, me sorprendió su firmeza al diagnosticar los destrozos que le provocaría a CiU, ya entonces un PDeCAT huyendo del 3 %, dejar la dirección política en un mix de organizaciones civiles. La política y lo civil es el partido; se refería al suyo, el PNV, con su doble poder ejerciente y su asentamiento territorial. Mas & Puigdemont han logrado que el PDeCAT haya llegado a la ruptura. Puigdemont ha dinamitado la democracia interna, impuso a sus candidatos, sitúa al frente a Sánchez, anterior dirigente de la ANC, y su objetivo es el bloqueo político en España y en Cataluña si sus resultados electorales, en relación a los de otros, se lo permiten. Resultados electorales que en estas elecciones están cargados de incerteza, pues las encuestas señalan que pequeños cambios en el equilibrio de votos pueden alterar las mayorías en el Congreso y Senado. Y alguna de esas mayorías permitiría impedir que los delirios de Mas & Puigdemont logren bloquear la compleja situación política en España y también en Cataluña: El poder de cada voto.