Las encuestas lo anticipaban y las urnas lo han confirmado. Los votantes han castigado una forma de hacer política municipal caracterizada, precisamente, por ser muy poco o nada municipal.
Si algo ha marcado a los gobiernos de Ferrol, Santiago y A Coruña ha sido su apuesta por la ideología y por participar en batallas y guerras ajenas a sus ciudadanos. Y eso ha sido su final. Saldrán de los concellos por no haber entendido que el mundo podría sobrevivir sin sus discursos y sus devaneos políticos, pero sus ayuntamientos no pueden salir adelante sin alguien que los gobierne con diligencia. Y si algo no ha habido en la gobernanza ha sido diligencia.
Por eso durante la campaña, cuando ya comenzaba a asomar la patita de la derrota, apelaron como nunca al enemigo exterior y a las conspiraciones para justificar que lo suyo era una especie de lucha de David contra Goliat, un enfrentarse a molinos de viento gigantes movidos por poderes malignos empeñados en que la gente tenga una vida lo más infeliz posible.
Ferreiro, Martiño y Suárez vivieron en su planeta y no en el mundo de sus ciudadanos. Solo así se entiende que no hayan sido capaces de aprovechar la ola que los llevó a la alcaldía y que solo en cuatro años hayan perdido tantos apoyos. Ferreiro se dejó en el camino cuatro concejales, Martiño cinco y Jorge Suárez se dio otro mamporro político al quedarse en tan solo tres. No ha sido el típico caso del desgaste que provoca gobernar un largo período de tiempo, sino que a las primeras de cambio la ciudadanía los ha puesto fuera del despacho. Han sido suspendidos por no saber gestionar y por no tener un proyecto real de futuro para sus ciudades.
¿Serán capaces de comprender que esto, y no otra cosa, es lo que ha sucedido? Si de verdad creyeran en la gente, sí.