Bañarse en Monte Neme: «El bulo de cuatro galegos raritos»

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

Ana García

16 jul 2019 . Actualizado a las 17:33 h.

Vivimos en el año 148 después de Marcel. En la era Proust. Y en vez de ponernos como elegantes poseídos a leer los tomos de En busca del tiempo perdido, nos dedicamos a dilapidar literalmente el tiempo y nuestro futuro jaleando en las redes sociales que nos bañamos en las balsas tóxicas del monte Neme. Los influencers e instagramers son así. Nada como saltarse los carteles que prohíben el paso y advierten del riesgo y lanzarse al agua turquesa pero contaminada de la antigua mina de wolframio. La polémica va a más y por dónde la pilles es delirante. Primero están los que se quejan de que La Voz de Galicia haya advertido de que hacer posados en el agua para compartirlos en las cadenas de la mini fama es un peligro. Que, por favor, no lo hagan. Bastó advertir del riesgo para que decenas pusiesen rumbo a la balsa. Sucedió lo mismo hace poco con el repunte que provocó la serie Chernobyl. Salvando obviamente las distancias físicas y de peligro, el éxito de los episodios provocó que cientos de instagramers hicieran fotos en la zona excluida próxima a la central nuclear. Conclusión: nada cómo advertir del peligro para que el oso vaya lanzado con los ojos cerrados a la miel explosiva. En monte Neme, otro tanto de lo mismo.

Tras la noticia, los curiosos y fanáticos del riesgo se multiplicaron. El segundo capítulo del lío de Neme es que los que van y se la juegan, encima hacen comentarios de un cerebro digno de Kasparov 5.0: «Bañito mañanero en el Monte Neme. Disfrutón. Me la pelan las bacterias». Y faltaba el culpable, los culpables, en este caso, que, por supuesto, somos los gallegos. «Ni wolframio ni radiactivo ni nada. Un bulo de cuatro galegos raritos». Paciencia.

Además de en Proust, que escribió que a veces es necesario y curativo revestirse de la inacción, del aislamiento y del silencio para encontrar «la suavidad reparadora y bendita del descanso», tenemos que pensar con mucha fe en Darwin y su teoría de la evolución. Ojalá exista. Ojalá estos humanos que no piensan, que todo lo hacen para creerse populares con unos cuantos likes o me gusta ridículos, evolucionen y no se bañen en Neme.

En la vida el peligro llega solo. No hay que buscarlo con los ojos tapados y la mente congestionada. Los palos entre las piernas terminan por aparecer, no hace falta lanzarse hacia ellos pasados de adrenalina. Lo dicen los médicos: un chapuzón en monte Neme es dañino. Cómo es difícil que algunos aprendan, las autoridades deberían vallar la zona y, sobre todo, sellar el azul turquesa de esas falsas aguas idílicas para terminar con tanta tontería.

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