La histeria de la listeria

M. Ángel Jiménez Vicente EN LÍNEA

OPINIÓN

10 sep 2019 . Actualizado a las 12:03 h.

Llevamos varias semanas, leyendo y escuchando noticias en torno al brote de listeriosis que aún estamos padeciendo, si bien, libres del mismo en nuestra comunidad.

Sobre lo que hemos escuchado y visto a este respecto, cada cual puede calificarlo a su manera en función del grado de confianza o desconfianza que la abundante información le haya generado. Desde mi punto de vista, como ha venido sucediendo con otras crisis alimentarias en el pasado, la gestión de esta, ha sido desafortunada, provocando el efecto contrario de lo que se desea, incertidumbre en el consumidor por la desconfianza sobre su verdadera naturaleza y alcance. En este terreno sobre la mala gestión que se hace en estos casos, nos sobra experiencia. Sirvan de ejemplo crisis anteriores como las intoxicaciones por clembuterol, dioxinas, encefalopatía espongiforme o «vacas locas», gripe aviar, lengua azul…

La pregunta, es pues, obligada ¿Por qué ante estas situaciones se repiten los mismos errores?

No lo considero complicado de explicar, si bien, es posible que obvie otros factores también a tener en cuenta. Ante este tipo de problemas, constituye una constante a la hora de explicarlos la falta de voces facultadas, las voces de los verdaderos profesionales, no las del jefe de servicio de… el director general de… no, porque como ciudadanos no creemos en ellas. No les creemos por vincularles a un determinado color político, en ese momento con responsabilidades de gobierno y, por tanto, susceptibles de no haber destinado los recursos suficientes en la prevención del problema. A sus voces les falta rigor científico lo que suele conducir a no encauzar y dimensionar adecuadamente el problema. Pero, lo que más les resta, es sin duda, la escasa confianza o más bien, la mucha desconfianza de la ciudadanía por las versiones de estas figuras, cualesquiera que sean, si es que se tratan de representantes políticos.

En estas situaciones son imprescindibles las voces de los auténticos profesionales, quienes desde su formación, experiencia e independencia sí son capaces de transmitir la información con mucha mayor objetividad, rigor y credibilidad, centrando y valorando adecuadamente el alcance del problema trasladando certidumbre y, por tanto, toda la confianza necesaria para la ciudadanía.

Estas voces dimensionarán la crisis adecuadamente y serán capaces de hacernos huir de histerias gratuitas, como así aludía el profesor Elías Rodríguez Ferri, catedrático emérito de la Facultad de Veterinaria de León, quien, en un artículo de prensa publicado al hilo de lo sucedido, venía a recuperar una frase que se hizo famosa en los años 90 en EE.UU., «no conviene caer en la histeria de la listeria»

Es también en este mismo sentido que escuchaba y leía recientemente en diferentes medios al presidente autonómico de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, si bien político, médico de profesión, quien mantenía, que había echado de menos las voces de los verdaderos profesionales en el campo de la seguridad alimentaria, a los veterinarios; yo, también.

Sirvan estas líneas como alegato en defensa de los servicios públicos y de sus empleados, quienes, de forma diaria y desde el más absoluto anonimato, por formación, experiencia, dedicación e independencia, realizan una labor que resulta imprescindible en la consecución de espacios de convivencia seguros bien. Pueden desarrollarse en el ámbito de la seguridad alimentaria -a través de la inspección de los veterinarios-, o en cualquier otro campo.