La transición a la democracia del Valle de los Caídos

Emilio Silva TRIBUNA

OPINIÓN

24 oct 2019 . Actualizado a las 08:29 h.

La permanencia de los restos del dictador Francisco Franco en un mausoleo como el Valle de los Caídos, construido por presos políticos y financiado con fondos públicos, ha sido durante cuatro décadas una anomalía democrática. El hecho de que el Estado haya obligado durante años a las víctimas de la dictadura a pagar con sus impuestos la tumba del dictador supone una forma de maltrato que nadie entendería en el caso de otro tipo de violencias, cómo las sufridas por las víctimas del terrorismo.

Durante muchos años en democracia, el Valle ha acompañado a la normalidad con la que han sobrevivido monumentos, calles y nomenclaturas dedicadas al dictador en numerosos municipios de nuestro país. Pero en los últimos años, debido al proceso de recuperación de la memoria histórica, al conocimiento sobre las fosas donde yacen miles de desaparecidos, a las informaciones sobre miembros de la policía franquista que fueron grandes torturadores y que reciben pensiones especiales por sus «servicios extraordinarios», y de algunas de las numerosas violaciones de derechos humanos que se cometieron bajo su régimen, el Valle, de ser un lugar desapercibido para la política española ha pasado a convertirse en un monumento incómodo para nuestra democracia.

Cuelgamuros es un lugar de una enorme complejidad, en el que la salida de los restos del dictador debe ser el primer paso hacia la democratización del espacio, hacia el fin de la ocultación de los más de 33.000 cuerpos que se encuentran enterrados en sus criptas laterales y que son reclamados en algunos casos por sus familiares, que quieren sacarlos de allí para enterrarlos en un lugar que tenga otro significado.

En todo ese proceso, el Valle de los Caídos debería convertirse en un libro de historia y contar con una exposición permanente: quiénes fueron los presos políticos obligados a trabajar en él y por qué los llevaron allí; quiénes fueron las empresas que se beneficiaron de esa mano de obra esclava; qué usos ha tenido durante la dictadura -visitas de grandes dignatarios, de actores de Hollywood que rodaban en España, encuentros en los años 60 y 70 de ex combatientes europeos, que eran fundamentalmente nazis refugiados en la España y fascistas croatas e italianos- o el uso turístico que ha tenido durante décadas en democracia. Así aprovecharemos ese terrible pasado para profundizar en los valores democráticos y la cultura de los derechos humanos.