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Una de las muchas características positivas de una democracia bien consolidada es la no perpetuación en el ejercicio del poder. Los aspirantes a desempeñar cargos públicos saben que si son elegidos solo lo serán por un período de tiempo determinado y no a perpetuidad. Se supone que la interinidad evita prácticas como el nepotismo o la corrupción y obliga a un ejercicio del poder escrupulosamente respetuoso con la ley y al servicio de los ciudadanos, tanto los que le han votado como los que no.
Pero el poder es tentador, engancha y no es fácil prescindir de él. Y lo es más cuando quien accede a él lo asume en beneficio propio y no como un servicio a los demás. Por eso, algunos presidentes se esfuerzan en alargar los períodos de los mandatos y en suprimir el límite del número de los mismos a través de modificaciones legislativas, o apoyan a candidatos afines para sustituirles durante determinados años hasta que pueden recuperar el poder. Lo hemos visto con Putin, con Erdogan o con Kirchner. Son países son democracias cuya legislación es fácilmente manipulable y sus discursos populistas les dan gran apoyo social.
Pero, en ocasiones, cuando el mandatario no tiene la habilidad suficiente opta por maniobras tan torpes como ocultar el recuento de votos con el fin de evitar una segunda ronda electoral y después proclamarse vencedor. Eso es lo que ha hecho Evo Morales en Bolivia. Pensó que, con sus credenciales indígenas y el apoyo de Venezuela y Cuba, modelos de anti ? democracia, podría continuar en la presidencia, pero no contó con que ni el ejército ni la oposición se lo permitirían. Su humilde origen indígena y su discurso populista no le han servido para continuar en un cargo que requiere bastante más para gobernar y sacar a su país de la mala situación económica en la que se encuentra. Su torpeza no solo le ha obligado a huir a México, sino que está provocando el caos en Bolivia. Azuzar a los indígenas para que le restituyan no es la solución. Recuperar la estabilidad y el orden para celebrar unas elecciones en condiciones, sí.