El PSOE ganó las elecciones generales en España, pero perdió tres escaños y necesita la abstención de ERC para investir a Sánchez. ERC ganó las elecciones en Cataluña, pero perdió dos diputados y nota en la nuca el aliento del independentismo más radical. Los dos quieren y buscan el acuerdo, pero les asusta el coste que les supondrá y el reparto de la factura entre ambos. Ni Pedro Sánchez desea pasar a la historia como el felón que vendió España por el plato de lentejas de un Gobierno, ni Oriol Junqueras quiere cambiar su papel de mártir del independentismo por el de botifler que renuncia a la autodeterminación y la república catalana.
Los dos están aprisionados en la tenaza formada por PP y Junts per Cat. Casado y Puigdemont, para entendernos. No quiero decir que el líder del PP y el fugado de Waterloo hayan suscrito una alianza, pero sí que ambos mantienen una comunidad de intereses. Ambos prefieren que en Madrid gobierne la derecha: Casado, por razones obvias, y Puigdemont, porque contra el PP se vivía mejor. Sus respectivas estrategias se retroalimentan. Cada uno aprieta por su lado. Cada acercamiento de ERC al PSOE, barruntan las gentes de Puigdemont y adláteres, lo pagarán caro los republicanos en las elecciones catalanas. Cada concesión del PSOE a ERC, calculan Casado y sus fieles, desgastará a los socialistas. Cada vez que ERC eleva sus exigencias, para hacerse perdonar su flirteo con el PSOE, en el PP se frotan las manos de satisfacción: si Sánchez traga, se quema en dos días; si no lo hace, volvemos a las urnas convencidos de que a la tercera va la vencida.
Tanto Casado como Puigdemont comparten la máxima de cuanto peor, mejor. Cuanto peor para el país, mejor para mí. Todos coinciden en que el bloqueo es pernicioso y unas terceras elecciones serían catastróficas, pero el presidente del PP no mueve un dedo para evitarlo. Ayer mismo reiteró su oposición frontal a facilitar la investidura de Pedro Sánchez: no va a «blanquear» al PSOE -¿a Vox sí?- ni a «resolverle sus problemas» -¿los del PSOE o los del país?-. Incluso le sorprende «que los ojos se pongan en el PP» y no en el Sánchez que, en sus conversaciones con ERC, pone «en almoneda el orden constitucional». Si de verdad le preocupa el bloqueo, la situación económica y que el Gobierno dependa de los secesionistas, ¿por qué no lo impide con un paso al frente?: -Señores socialistas, a partir de ahora no dependerán del voto de Junqueras, sino del mío.
Como esa proclama no está prevista en el guion, solo cabe esperar que PSOE y ERC no se arruguen y logren zafarse de la tenaza. A fin de cuentas, no les fue tan mal cuando ensayaron otras vías para desatascar el conflicto catalán. El Sánchez de Pedralbes, felón y cómplice de golpistas, obtuvo más respaldo popular que el Sánchez que trataba de emular al difunto Rivera en la pasada campaña. Y Esquerra Republicana superó a las huestes de Puigdemont después de apoyar sin ambages la moción de censura que derribó a Rajoy. Los ciudadanos no siempre comulgan con ruedas de molino.