Señora ministra: hay quienes dicen que las deudas impiden dormir al acreedor. Mi experiencia, tal vez por pertenecer a un pueblo que solía sellar sus tratos o formalizar los préstamos con un apretón de manos, me dicta lo contrario: conocí a muchos deudores incapaces de conciliar el sueño, obsesionados en su insomnio con la manera de cumplir sus compromisos.
Pensaba que usted era uno de ellos: la ministra que busca infatigablemente la fórmula para enderezar el entuerto que heredó del señor Montoro y devolver a las comunidades autónomas los 2.496 millones de euros -200 a Galicia- correspondientes a la recaudación del IVA en diciembre del 2017. Me equivoqué. Usted reconoce que la deuda existe, pero decide unilateralmente que ha prescrito: «Esta medida decayó». Y zanja el contencioso con endebles razones políticas y pretextos jurídico-presupuestarios: «Es una cuestión que debería haberse resuelto en el 2019, y ya no es posible». Con todo respeto, ministra, esas solo son disculpas de mal pagador.
Núñez Feijoo tacha de morosa a la Administración central y yo hablo de deuda contraída, pero ambas calificaciones son, además de suaves, inexactas. Deberíamos hablar de apropiación indebida, porque la mitad del dinero recaudado por IVA pertenece a las comunidades autónomas. Y se les ha sisado una parte de esos fondos. El origen de la falcatruada se remonta a un cambio en la contabilidad aplicado en diciembre del 2017. El ministro Montoro, su antecesor en el cargo, autorizó a las empresas a pagar el IVA el día 30 de cada mes, en vez del 20, y, en consecuencia, en términos de caja, los ingresos se contabilizaron como generados en enero del año 2018.
En el tránsito, el Gobierno escamoteó a las comunidades autónomas 2.500 millones de euros. Pasaron a engordar, fraudulentamente, las arcas de Montoro. Usted, a la sazón consejera de Hacienda en Andalucía, puso el grito en el cielo con toda razón. En el otro lado, «nadie del PP alzó la voz». También es cierto que, ya como ministra, su proyecto de Presupuestos del Estado habría solventado el problema y con generosa propina añadida. Y hasta comprendo que esté molesta por haber sido «objeto de burla» al proponer una solución que formalmente atribuía trece meses de IVA a un solo año. Pero todo ello, la génesis montoriana y no monteriana del asunto, las limitaciones de un Gobierno en funciones y en prórroga presupuestaria, el laberinto técnico y jurídico, y hasta los escarnios de la feroz oposición, no justifican la apropiación de fondos ajenos. Pueden explicar la demora en hallar la salida, pero nunca el carpetazo.
Lo más grave de su argumentación, ministra, se condensa en cuatro palabras: «Ya no es posible». Quiso decir que los Presupuestos non natos del 2019 eran el último tren. Discrepo por razón de principios. Hay pocas cosas que no pueda hacer un Gobierno si cuenta con la mayoría parlamentaria suficiente. Pero si usted me asegura que ni siquiera puede devolver el dinero que no es suyo, como certifica el sistema de financiación autonómica vigente, apaga y vámonos.