Talento, tecnología en sectores tradicionales y mucha siembra
OPINIÓN
Si tuviéramos que hablar de qué nichos de actividad serán los que rijan nuestra economía en una década o dos, podríamos identificar algunos sin miedo a errar demasiado: nuevos materiales, superconductores, fabricación inteligente, ciencias de la vida, inteligencia artificial, transporte no tripulado, nuevas fuentes de energía… El verdadero problema reside en que no haya tiempo de adaptación al cambio. Los 900.000 trabajadores gallegos del sector privado hoy, no se transformarán en nanotecnólogos o doctores en robótica, por citar algunos ejemplos.
¿Hacia dónde apuntar? Difícil decisión en ausencia de recursos ilimitados. Es aquí donde la política alcanza su verdadera dimensión y carta de naturaleza. Hay que sembrar la semilla para competir en el futuro, a la vez que mantener y garantizar la competitividad en el presente. Porque esta es la palabra clave: competitividad.
Esta competitividad llegará, en buena medida, de la mano de la tecnología, tanto en el sector primario, como en el secundario y terciario (pero no solo: la filosofía, la ética, la sociología, la ciencia política, el arte… son y serán elementos imprescindibles para competir como país). Hasta aquí, nada nuevo. Habrá sectores de actividad que desaparecerán ante el cambio de paradigma. Ley de vida. Surgirán sectores nuevos. Ley de vida. ¿Pero qué puede hacer Galicia hoy para enfrentar este tsunami minimizando los desajustes sociales?
En primer lugar, confiar en nuestro talento.
En segundo lugar, acelerar la incorporación de tecnología útil en las actividades en las que Galicia tiene un factor diferencial y un capital acumulado. Los mal llamados «sectores tradicionales», siendo más apropiado hablar de «sectores estructurales».
En tercer lugar, sembrar y apostar por nuevos nichos de actividad de alto potencial de crecimiento, ya de por sí intensivos en tecnología (inteligencia artificial, movilidad autónoma, nano y biotecnología, contenidos digitales, drones…), pero nunca desligados de los factores propios de Galicia. De lo contrario estaríamos ante un ejercicio de ingeniería social que en 4.000 años de civilización nunca ha funcionado.
En cuarto lugar, invertir en organizaciones que desarrollen capacidades y tecnología susceptibles de ser transferidas a ambos tipos de sectores, nuevos y estructurales.
No nos engañemos. No existe un «sector tecnológico» que nos venga a rescatar, sino profesionales y tecnologías a nuestro alcance que deberán ser aprovechadas al máximo en todas las actividades que la iniciativa privada despliegue, con la ayuda de la iniciativa pública.