Mobile Congress: todos quieren sacar tajada

Abel Veiga EN VIVO

OPINIÓN

Alberto Estévez

17 feb 2020 . Actualizado a las 08:27 h.

Cuánto y por parte de quién se pagarán o repararán los daños que la cancelación del Mobile World Congress ha ocasionado? Muchos han vuelto sus ojos directamente hacia las aseguradoras. La ecuación es simplista, hay daño, luego alguien resarce. ¿Pero de qué daño estamos hablando y cuándo en puridad estamos ante un siniestro para una entidad aseguradora y cómo ha sido delimitado objetiva, cuantitativamente y temporalmente el riesgo cubierto en la póliza?

Es el contrato de seguro en el que se produce una de las mayores erosiones en la genética funcional del mismo, en la bilateralidad. La contratación a través de condicionados cerrados y en los que solo cabe una alternativa, las más de las veces (o contratar o no hacerlo) deja poco resquicio para la negociación, para la redacción muy concreta y específica de ciertas condiciones contractuales, entre ellas la cobertura.

Quién más y quien menos busca, perimetra, mide y calibra su daño. Y acto seguido proyecta su interés en alguien que lo repare. Cientos de empresas, algunas conforman el núcleo de GSMA, el gran patrono empresarial de las tecnológicas, han contratado sus propios seguros. La organizadora también firmó su seguro donde algunas de las cláusulas capitales pasan por si se cubre o no el aplazamiento, suspensión, cancelación total o parcial, o incluso la cancelación puntual de algunas empresas o ponentes de gran relevancia internacional y que puedan dañar la imagen o afluencia de profesionales o público en general. Pero ¿cubre un seguro un riesgo como el del coronavirus? Las pólizas existentes hasta el presente no lo han hecho, aunque sí es posible que en las últimas semanas puedan de algún modo cubrirlo, no sin ciertas limitaciones, máxime cuando no se alcanza a comprender y discernir la verdadera magnitud del riesgo. Las pandemias son riesgos extraordinarios, quedan fuera de esta cobertura. Lo que no impide que sí puedan cubrirse hasta algunos límites.

Pero uno de los debates más intensos pasa por saber si estamos ante esa línea difusa entre el caso fortuito y la fuerza mayor y podemos alojar bajo estas categorías a esta pandemia. ¿Era algo previsible o no? Y siéndolo ¿era y es inevitable? Y si esto es así, ¿cómo puede alterar o modificar este hecho las situaciones o relaciones jurídico económicas? El seguro no cubre la mala fe del asegurado, y rehúye de ciertas voluntariedades o provocaciones dolosas. Ahora bien. ¿Qué ocurre si la OMS o un gobierno o la UE hubieran ordenado la cancelación y no la propia organizadora? ¿Y si se hubiera decretado una cuarentena general o por países o restricción o prohibición de tránsito de personas? No es lo mismo este hecho que el que voluntariamente una empresa, preservando a priori la salud e integridad de sus empleados, directivos, profesionales o clientes decida, volitiva y voluntariamente retirarse o no acudir que el hecho de que surjan unas circunstancias sobrevenidas que te impidan la asistencia. Aquí sí entraría en juego el seguro.

No cabe duda que los resquicios para el embrollo jurídico y la disputa están abiertos. Se examinarán con lupa cada palabra de cada cláusula que delimite y, sobre todo que defina, incluya y excluya riesgos cubiertos en las pólizas de seguro existentes. No deberemos cerrar la puerta a la interpretación contractual frente a cláusulas redactas de modo ambiguo, confuso, equívoco.

Nadie quiere perder. Habrá mucha renegociación. Habrá mucha cintura política, jurídica y económica porque nadie quiere quemar naves a futuro. Todos quieren ahora sacar tajada y echar culpas fuera. Pero ¿qué sabemos del impacto, de la fuerza, de los efectos reales de un coronavirus que cancela unos eventos y otros no?